viernes, 20 de febrero de 2015

Carta de Olimpia García López

 En 2012 realicé un trabajo de investigación sobre Norberto Almandoz (que acaba de ser publicado), y estuve leyendo vuestros comentarios sobre él en el blog, y contacté con Arcadio a raíz de eso y me dijo que escribiera algún día alguna cosilla de Almandoz. 
 
A raíz de un concierto que ha tenido lugar en la Fundación Juan March de Madrid, en la que se interpretaron obras de Otaño, Almandoz y Prieto, me he animado a escribir algo sobre Almandoz y su relación con el Seminario de Comillas. Espero que sea de su interés:


"Amigos del foro, ¿habéis tenido la oportunidad de escuchar el concierto de "polifonía española para Semana Santa" que ha tenido lugar hoy (18 de febrero) en la Fundación Juan March de Madrid? Ha sido radiado por Radio Clásica, y para los que no hayáis podido, seguramente en unos días esté disponible en
http://mvod1.akcdn.rtve.es/resources/TE_SFICE01/mp3/9/2/1424295617529.mp3
El programa, magnífico, estaba compuesto por obras de músicos comillenses como Nemesio Otaño, Norberto Almandoz y José Ignacio Prieto.

Desde hace unos días quería escribir un post dedicado a uno de estos compositores, al astigartarra Almandoz, de quien realicé un trabajo de investigación en 2012 como Actividad Académica Dirigida de los estudios de Musicología, estudio que ha corrido la suerte de ser publicado por Libargo, una editorial joven centrada en obras de investigación humanística, arte, educación y cultura.

Aquí os dejo algunas cosillas de su relación con Comillas, por si os interesa y desconocéis.

Almandoz llegó al Seminario Pontificio de Comillas en 1913 con una intención muy clara: perfeccionar su técnica de órgano con Nemesio Otaño, con el que pronto logró forjar una profunda amistad (testificada por las 261 cartas conservadas entre ambos, fechadas entre 1915 y 1954). Poco tardó Otaño en advertir las altas cualidades y prematura preparación técnica de Almandoz, que de inmediato se convirtió en su alumno predilecto, y fue nombrado profesor asistente para las clases de armonía de sus compañeros del seminario.

Recordemos que en 1903 había tenido lugar la promulgación del Motu Proprio Tra le sollecitudini de Pío X, que pretendía dignificar la música interpretada en los cultos religiosos, apartándola de la influencia de los géneros profanos y teatrales. Tras esto, se sucedieron una serie de Congresos Nacionales de Música Sagrada en España, que pretendían la renovación de la música religiosa y consiguieron cohesionar a compositores de distintas zonas del país, despertando entusiasmo por el canto gregoriano y la polifonía clásica, a la vez que iban disolviendo a los detractores de esta nueva orientación de la música sagrada. En este contexto, adquiere gran importancia la figura de Nemesio Otaño, organizador del primero de estos Congresos (celebrado en Valladolid en 1907, con la asistencia de unos 700 músicos de toda España), que desde este momento se convirtió en una especie de cabeza visible del movimiento reformista.

Pues bien, Almandoz ingresó en el Seminario tan sólo seis años después de este Primer Congreso, por lo que tuvo que beber directamente del ideario reformista de su maestro Otaño, gracias al cual acabaría convirtiéndose en uno de los artífices de la reforma. Como ejemplo de ello podemos citar su intensa colaboración con Música Sacro-Hispana, revista que se convirtió en una pieza clave para organizar el movimiento reformista, en la que vieron la luz casi una veintena de sus obras musicales. Además, Almandoz tuvo la suerte de encontrarse en el Seminario con la magnífica Schola Cantorum que había fundado Otaño en 1910 y que, en palabras de Jesús Mª Muneta, llegó a convertirse en una institución modélica para la música religiosa, dando “años de gloria y prestigio” a la música sacra española, y convirtiéndose en una escuela de maestros de capilla y organistas de primera fila que “hicieron posible, bajo el magisterio de Otaño, el cambio que pedía el Motu Proprio de Pío X en casi todas las catedrales españolas”.

Hemos de señalar también que Almandoz conoció en Comillas al que se convertiría en un gran amigo a lo largo de su vida: Valentín Ruíz Aznar, que ingresó en el Seminario en 1917 atraído por la personalidad de Otaño. En 1927, Ruíz Aznar pasó a ocupar la plaza de maestro de capilla de la Catedral de Granada, quedando muy cerca de su amigo Almandoz, que desde 1919 ejercería como organista primero de la Catedral de Sevilla, para veinte años más tarde convertirse en maestro de capilla de la Catedral hispalense. Y lo que pasó en Sevilla ya es otra historia...

Todos estos congresos a los que hemos hecho referencia, celebrados en torno al Motu Proprio, dieron lugar en España a una auténtica generación de compositores religiosos conocidos como Generación del Motu Proprio, respecto a la que Tomás Marco, en su Historia de la música del siglo XX, no se mostraba nada optimista, refiriéndose a ella como “a la que le ha tocado dar, o que le dieran, el cerrojazo definitivo a una forma de música persistente durante siglos”, afirmando que nos hallábamos “ante una generación que sacrificó su talento creador en una tarea a la postre inutilizada; una generación explotada si no simple y llanamente estafada”. No obstante, conciertos como el de hoy demuestran que ese cerrojazo todavía no se ha dado, y esperemos que no sólo no se dé sino que se empiecen a abrir puertas que nos conduzcan al conocimiento de todos estos compositores, evitando que estos caigan en un injusto olvido.