Nuevas consideraciones sobre el tema Música y Poesía.
El comentario de un profano (Alejandro) y un Ejercicio práctico con la composición musical de Rafael Manero sobre un poema de Safo: "Eis Érota".
Esperamos que sea de vuestro interés y que os animéis a participar.
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lunes, 27 de diciembre de 2010
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“…que os animéis a participar”. Pero, ¿por dónde empezar? ¿Puedo añadir algo a lo que decís? Aun así, me animo tras unos días en que no he visto aparecer ninguna calificación ni comentario alguno, aunque no sé muy bien adónde irá a parar éste. La verdad es que, con tanto jubilado o cuasijubilado como hace la ronda por aquí –¿Habrán emigrado todos los amigos del blog?–, entiendo muy poco o nada. Pero vayamos con ello ya. Aunque, antes, una precisión: quede bien claro, por si todavía no lo está después de mis anteriores comentarios, que mis conocimientos musicales, si no nulos, son, al menos, escasísimos. Pido, por ello, vuestra benevolencia.
ResponderEliminarHace, Alejandro, que me sonroje ese tono de disculpa (“Como no tengo…me dispongo a aportar…”) con que casi abres tu comentario, como si de algún mayor mérito fueran cuatro palabras –tres de ellas casi, naturalmente hablo sólo de las mías, casi por boca de ganso– que las propias “impresiones”, el propio “punto de vista”, la propia “experiencia”. Con absoluta sinceridad te digo que valoro en más estas impresiones tuyas nacidas de la experiencia y esas confidencias personales que cuanto he escrito en estos comentarios, a veces con un cierto tono de dogmatismo con que pretendo encubrir mi ignorancia.
Respecto a lo flamenco, término que yo mismo empleé, ya Manero corrigió la impropiedad, sin decirlo –finezas del amigo–, hablando de cante jondo. A este último pertenece, más bien, la interpretación del “Cantar” de san Juan hecha por Morente. Si llega el caso, habrá que colocar junto a los textos de Falla los de Lorca (ya te los escanearé), en compañía del cual y de Zuloaga promovió el músico el Primer Concurso de Cante Jondo, allá en Granada, cuando corría 1922. Su valor tendrá cuando lo pondera Falla.
En relación con la cita que transcribes de una carta tuya, ya te di cumplida respuesta. Ciertamente, en un sentido estricto, hasta esas palabras de “economía” están sujetas a que el lector cargue sobre ellas su persona entera y las rodee de un halo connotativo. Y ciertamente es el hombre un compuesto de partes inseparables y que interactúan entre sí, si bien, como te dije, no eran mis “distingos” para tratado de Psicología sino comentarios hechos al paso y sin mayores pretensiones.
Está bien ese rodear siempre a la música de letra y está bien esa diferencia que estableces en cuanto a la dependencia entre ambas, notando cómo en unas ocasiones domina la música y, en otras, la letra. ¿Has comprobado lo difícil que resulta separar la letra de la música cuando lo que hemos aprendido es una canción, y cómo el elemento literario predomina en el caso contrario, esto es, cuando antes nos hemos empapado de la letra?
“…que os animéis a participar”. Pero, ¿por dónde empezar? ¿Puedo añadir algo a lo que decís? Aun así, me animo tras unos días en que no he visto aparecer ninguna calificación ni comentario alguno, aunque no sé muy bien adónde irá a parar éste. La verdad es que, con tanto jubilado o cuasijubilado como hace la ronda por aquí –¿Habrán emigrado todos los amigos del blog?–, entiendo muy poco o nada. Pero vayamos con ello ya. Aunque, antes, una precisión: quede bien claro, por si todavía no lo está después de mis anteriores comentarios, que mis conocimientos musicales, si no nulos, son, al menos, escasísimos. Pido, por ello, vuestra benevolencia.
ResponderEliminarHace, Alejandro, que me sonroje ese tono de disculpa (“Como no tengo…me dispongo a aportar…”) con que casi abres tu comentario, como si de algún mayor mérito fueran cuatro palabras –tres de ellas casi, naturalmente hablo sólo de las mías, casi por boca de ganso– que las propias “impresiones”, el propio “punto de vista”, la propia “experiencia”. Con absoluta sinceridad te digo que valoro en más estas impresiones tuyas nacidas de la experiencia y esas confidencias personales que cuanto he escrito en estos comentarios, a veces con un cierto tono de dogmatismo con que pretendo encubrir mi ignorancia.
Respecto a lo flamenco, término que yo mismo empleé, ya Manero corrigió la impropiedad, sin decirlo –finezas del amigo–, hablando de cante jondo. A este último pertenece, más bien, la interpretación del “Cantar” de san Juan hecha por Morente. Si llega el caso, habrá que colocar junto a los textos de Falla los de Lorca (ya te los escanearé), en compañía del cual y de Zuloaga promovió el músico el Primer Concurso de Cante Jondo, allá en Granada, cuando corría 1922. Su valor tendrá cuando lo pondera Falla.
En relación con la cita que transcribes de una carta tuya, ya te di cumplida respuesta. Ciertamente, en un sentido estricto, hasta esas palabras de “economía” están sujetas a que el lector cargue sobre ellas su persona entera y las rodee de un halo connotativo. Y ciertamente es el hombre un compuesto de partes inseparables y que interactúan entre sí, si bien, como te dije, no eran mis “distingos” para tratado de Psicología sino comentarios hechos al paso y sin mayores pretensiones.
Está bien ese rodear siempre a la música de letra y está bien esa diferencia que estableces en cuanto a la dependencia entre ambas, notando cómo en unas ocasiones domina la música y, en otras, la letra. ¿Has comprobado lo difícil que resulta separar la letra de la música cuando lo que hemos aprendido es una canción, y cómo el elemento literario predomina en el caso contrario, esto es, cuando antes nos hemos empapado de la letra?
“…que os animéis a participar”. Pero, ¿por dónde empezar? ¿Puedo añadir algo a lo que decís? Aun así, me animo tras unos días en que no he visto aparecer ninguna calificación ni comentario alguno, aunque no sé muy bien adónde irá a parar éste. La verdad es que, con tanto jubilado o cuasijubilado como hace la ronda por aquí –¿Habrán emigrado todos los amigos del blog?–, entiendo muy poco o nada. Pero vayamos con ello ya. Aunque, antes, una precisión: quede bien claro, por si todavía no lo está después de mis anteriores comentarios, que mis conocimientos musicales, si no nulos, son, al menos, escasísimos. Pido, por ello, vuestra benevolencia.
ResponderEliminarHace, Alejandro, que me sonroje ese tono de disculpa (“Como no tengo…me dispongo a aportar…”) con que casi abres tu comentario, como si de algún mayor mérito fueran cuatro palabras –tres de ellas casi, naturalmente hablo sólo de las mías, casi por boca de ganso– que las propias “impresiones”, el propio “punto de vista”, la propia “experiencia”. Con absoluta sinceridad te digo que valoro en más estas impresiones tuyas nacidas de la experiencia y esas confidencias personales que cuanto he escrito en estos comentarios, a veces con un cierto tono de dogmatismo con que pretendo encubrir mi ignorancia.
Respecto a lo flamenco, término que yo mismo empleé, ya Manero corrigió la impropiedad, sin decirlo –finezas del amigo–, hablando de cante jondo. A este último pertenece, más bien, la interpretación del “Cantar” de san Juan hecha por Morente. Si llega el caso, habrá que colocar junto a los textos de Falla los de Lorca (ya te los escanearé), en compañía del cual y de Zuloaga promovió el músico el Primer Concurso de Cante Jondo, allá en Granada, cuando corría 1922. Su valor tendrá cuando lo pondera Falla.
(Sigue)
En relación con la cita que transcribes de una carta tuya, ya te di cumplida respuesta. Ciertamente, en un sentido estricto, hasta esas palabras de “economía” están sujetas a que el lector cargue sobre ellas su persona entera y las rodee de un halo connotativo. Y ciertamente es el hombre un compuesto de partes inseparables y que interactúan entre sí, si bien, como te dije, no eran mis “distingos” para tratado de Psicología sino comentarios hechos al paso y sin mayores pretensiones.
ResponderEliminarEstá bien ese rodear siempre a la música de letra y está bien esa diferencia que estableces en cuanto a la dependencia entre ambas, notando cómo en unas ocasiones domina la música y, en otras, la letra. ¿Has comprobado lo difícil que resulta separar la letra de la música cuando lo que hemos aprendido es una canción, y cómo el elemento literario predomina en el caso contrario, esto es, cuando antes nos hemos empapado de la letra?
En cuanto a lo que escribes tú, Manero, acerca del proceso creador, veo que haces un preciso análisis de cómo se gestó la composición. Es evidente que la idea germinal nace de la lectura de Safo, por un lado, y, por otro, de la ocasión de celebrar el matrimonio de tu sobrina haciéndole un original obsequio, pero, inmediatamente, la música, aún solamente intuida, se impone al texto, de donde el tener que echar unos remiendos tomando fragmentos de aquí y allá, pues no hay uno que se te presente como suficiente para expresar cuanto ya te canta la inspiración musical: “de la musique avant toute chose” como a otro propósito, aunque no muy lejano, escribía Verlaine.
(Sigue)
Por lo que hace a la segunda parte de tu escrito, Manero, echo en falta la diferenciación entre la representación del hecho narrado o de lo descrito –lo llamaré contenido semántico– y la emoción que puede sentir quien escucha la pieza. Considero que, al menos para quien no tiene suficientes conocimientos de música y no ha aprendido a escucharla, o, sin más, para el que no hace el esfuerzo intelectual de “entender”, bien se puede dar la emoción sin que la acompañe esta representación. Analizas, y muy bien, por un lado la imagen de elevación, de esfuerzo por levantarse a lo alto de la segunda parte, aunque pueda no concretarse esa elevación en la llegada del novio, alto como Ares; y, por otra, la emoción “vaga y dulce” que envolverá al oyente en la tercera parte. Pero, ¿no habrá emoción en el primero de los casos y significado en el segundo? A la primera, afirmo: la representación irá acompañada de emoción, siquiera sea ésta la de la indiferencia, caso de que pueda considerarse ésta una emción. En relación con la segunda, pienso que no es necesaria la representación, dotar de significado a la música, siempre supuesto que no entendemos el texto –Alejandro, que se apropiaba “de las canciones de los Beatles” podría explicarlo–, para que se dé la emoción.
ResponderEliminarPor otro lado, en la segunda parte de tu comentario me llama la atención que prácticamente hayas apuntado sólo los efectos de la melodía y la armonía. ¿El tempo no desempeña ningún papel? Seguro que sí. De hecho bien sabes sacarle partido cuando empleas esos ritardando en el final de la primera parte, por ejemplo. ¿Y los matices: los piano y mezzo forte, o los crescendo, que escribes? Mi pregunta, no sé si ingenua pues ignoro hasta dónde son separables estos elementos –melodía, armonía, tempo, matiz y yo qué sé qué más–, es cuál es la contribución de cada uno de ellos a la generación, en el oyente, del que he llamado contenido semántico y a la floración de la emoción.
Y termino. Como le dije en carta a Alejandro, “un lujo”. Gracias a ambos por descubrirme los procesos creador y de interpretación de la música.
Ramón Cubillas
Querido Ramón: dices "bien se puede dar la emoción sin que la acompañe esta representación." Ya lo creo que es así. Cuando escuchamos una música que nos conmueve, algo nos pasa que no está directamente relacionado con "entender" el contenido semántico o con crearse una representación figurativa (a la manera de la "composición de lugar ignaciana"). Creo que es algo puramente emocional, emoción en estado puro. Eso es, al menos, lo que yo quería expresar al decir que podemos sentir lo más hondo, aun cuando no entendamos lo que sobrenada en la superficie de la letra.En cuanto a precisar más, por mi parte, cuánto se deba a la melodía, a la armonía, a los matices etc. yo no sería capaz de meter pinzas y bisturí en ese tejido profuso y complicado de vasos sanguíneos. Sí me atrevería a decir que todo va surgiendo a la vez. No hay una melodía primero que después se armoniza y se le ponen matices...Todo surge a la vez, aun cuando no en el mismo orden en que al fin aparece en la partitura. Quiero decir con esto que, al componer, hay mucha marcha atrás y hacia delante.Como si manipuláramos piezas de un misterioso puzle, que al fin terminan por encajar (o no, que en ocasiones muchas se van al cesto de los papeles).
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