“Buen Jesús” de Otaño y “Jesús, vivir no puedo” de Prieto
Hablar de música y de las emociones que provoca nos lleva, una vez más, a hablar de los textos que han conmovido al compositor y que siguen palpitando en la entraña de esa música. No cabe duda (es un decir) de que el texto es una semilla que cae en el alma del artista y que en ella produce una misteriosa transformación: suscita vivencias, anhelos, nostalgias, todo lo que Garcilaso llamaría “dolorido sentir”. En el momento de concebir la composición y de escribirla, ya no es la letra desnuda lo que allí se está trasmutando en música, sino el alma del artista en sus estratos más profundos. Y lo que nosotros percibimos al escucharla ya no son, sin más, aquellas palabras del texto, con las cuales el oyente puede no estar en sintonía, sino un misterioso “toque de centella” que remueve en nuestro interior vivencias, anhelos, nostalgias propias.... (+)
jueves, 17 de marzo de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Fino, amigo Rafael, tu comentario sobre las dos obras de Otaño y Prieto. Hay una gran diferencia en los textos de que parten. El de Prieto ("Jesús, vivir no puedo") es flojo, tirando a cursi. El de Otaño ("Buen Jesús por quien suspiro")es una maravilla de Juan López de Úbeda (s. XVI), versión "a lo divino" de un poema amoroso anterior. Me alegro de haber coincidido con Granados, sin saberlo, en la emoción que letra y música producen.
ResponderEliminarTienes toda la razón. El compositor puede superar el texto e ir mucho más allá...
Un saludo muy cordial para ti y para esos maravillosos nostálgicos. Jesús Mauleón