jueves, 3 de marzo de 2011

Messe de Saint Laurent. José I. Prieto

Teníamos hace tiempo guardada esta pequeña joya descubierta por Ramón Cubillas: un disco de "Les Petits chanteurs de Saint Laurent" interpretando la Messe de Saint Laurent, obra de la última etapa de Prieto. El acceso está a vuestra disposición en la página 3 del Auditorium. A ver qué os parece: >>





Comentario de Ramón Cubillas:
Ya daba yo esta misa por en el valle de Josafat cuando la ofreces para su audición. Vaya por delante un apunte histórico y quede lo musical para otro momento. No es de extrañar que compusiera, en el postconcilio, esta pieza con la que rinde buen homenaje el padre Prieto a las directrices conciliares. Y no es cosa rara pues le unía al abbé Zurfluh, director de les Petits Chanteurs de Saint Laurent, una buena amistad. Recuerdo a ambos –el francés con un buen corpachón y además con una pierna escayolada– ... (+)

3 comentarios:

  1. Ya daba yo esta misa por en el valle de Josafat cuando la ofreces para su audición.
    Vaya por delante un apunte histórico y quede lo musical para otro momento.
    No es de extrañar que compusiera, en el postconcilio, esta pieza con la que rinde buen homenaje el padre Prieto a las directrices conciliares. Y no es cosa rara pues le unía al abbé Zurfluh, director de les Petits Chanteurs de Saint Laurent, una buena amistad. Recuerdo a ambos –el francés con un buen corpachón y además con una pierna escayolada– comiendo en mi casa en una ocasión.
    Si no me equivoco, esta misa es la misma que se estrenó en la parroquia de Saint Laurent de París el 24 de marzo de 1968, con acompañamiento de orquesta y batería completa y la colaboración de John Littleton –negro de magnífica y hermosísima voz–, y que, retransmitida por la televisión francesa, se presentó como "Messe sur les cymballes sonores", compuesta para solo, gran coro mixto, asamblea y conjunto orquestal. Mi hermano recuerda haberle visto al padre Prieto trabajar en esta misa. No hablo con absoluta seguridad, pero esta que ahora menciono y la "Messe de Saint Laurent" de la audición y que se recoge en el apéndice de "El eco…" deben de ser la misma.
    Ramón Cubillas

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  2. Decía yo en el comentario anterior que dejaría para otro momento el aspecto musical de la “Messe de Saint Laurent” del padre Prieto. Éste es ese momento. Como el comentario será algo extenso, tendré que repartirlo en varios.
    Con respecto a su valor musical de ningún modo puede emitir juicio, que para ello doctores… y lo que sigue. Sin embargo sí estoy convencido de que fue una verdadera audacia por parte de Prieto. Explico las razones que avalan esta afirmación.
    Repasando algunas números del “Tesoro Sacro Musical”, en el correspondiente mayo-junio del 66 hallo que Romanus –no recuerdo ahora quién se esconde tras el seudónimo– da noticia de un artículo de Henri Potiron, “compositor, organista y profesor de modalidad y acompañamiento gregoriano en el Instituto Superior de Música Sagrada de París”, en el que se critica el modo en que se han vertido al francés los textos latinos y griego de la liturgia. De este artículo entresaco algunas citas.
    a) Se nos pide a nosotros, los compositores, sigue diciendo Mr. Potiron, que escribamos música con las traducciones que creo son fieles; pero que no pueden guardar el sabor de los textos originales y que están hechas sin fijarse en la música. “Cuando nosotros componemos sobre un texto dado, respetamos no sólo el sentido y la sintaxis gramatical, sino también el sentimiento y el ritmo. En nuestro caso, es necesario dar forma musical a una materia sin vida poética que, sin embargo, ha nacido de otra lengua muy viva”.
    b) Mr. Potiron viene a decir lo mismo cuando escribe: “Yo no quiero juzgar los ensayos hechos hasta el presente; pero, sin querer ofender a los autores, digo que no se trata más que de una música funcional, o más simplemente, utilitaria”.
    c) Mr. Potiron examina en particular las traducciones francesas del Ordinario de la Misa: Kyrie, Gloria, Credo y Sanctus, deduciendo de todo que las fórmulas musicales adaptadas a los textos franceses no pueden ser más que utilitarias. “Si las traducciones del Propio, añade Mr. Potiron, tuvieran algún sentido poético, podríamos transformar el Introito, el Gradual, etc., en unas composiciones autónomas. Pero, por una parte, ¿cuál sería el papel del canto religioso popular sin modificar la forma de los textos?”
    d) “Si las exigencias de la pastoral litúrgica no dejan lugar a la música verdadera y se contentan con la música funcional, bajemos la cabeza y lloremos, como Raquel”.

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  3. En el número, enero-febrero, de 1967, con el título “¿Todavía el latín?” se reproduce un artículo del canónigo Denaire aparecido en la revista “Opus Dei” de París el año anterior. Escribe Denaire: “Si ahora se quiere cantar la Misa en francés, es necesario contentarse con melodías que no pasan de ser ‘ensayos’. Y el resultado es una desconsoladora mediocridad. No tienen derecho los autores de estos ‘ensayos’ a mostrarse muy orgullosos. Por mi parte, me basta, cuando viajo, oír una Misa cantada en francés para no tener ningún gusto en repetir la experiencia”.
    En el siguiente número, marzo-abril de 1967, analiza Romanus, una vez más, en un artículo que titula “Cien ilustres músicos seglares franceses se inquietan por la situación de la música sagrada”, un Memorándum dirigido al episcopado francés que seguidamente se reproduce. Copio de este artículo lo que sigue.
    a) Estiman los músicos que no puede introducirse en el oficio divino ninguna música con reminiscencias profanas. Pero la música debe proclamar la alabanza de Dios con todas las riquezas técnicas posibles, aunque la edificación de las almas obligue también a una discreta modestia.
    b) Se ve claramente que los grandes músicos seglares franceses luchan contra esa música que se ha introducido en la vecina república y que se va introduciendo también en España, con el nombre de renovación musical litúrgica, la que, como escribió Mr. Maurice Duruflé, uno de los firmantes del Memorándum, no ha hecho más que ‘amontonar ruinas sobre ruinas’, entre las que aparecen ‘unas miserables melodías con palabras francesas; melodías que tienen la pretensión de reemplazar ese monumento irreemplazable que es el canto gregoriano. Por lo demás, añade el insigne compositor y organista, esas melodías son muchas veces caricaturas del canto gregoriano’.
    Al año siguiente, en el número de enero-febrero se inserta la Presentación que abre el libro “Presente y futuro de la Música Sagrada” del padre José López Calo, S. J. De él son estas palabras: “Los auténticos compositores, en efecto, aquellos que tienen nombre, una experiencia, se han negado a componer música sobre los textos y con las orientaciones que les querían imponer. Naturalmente, esta toma de posición no era un capricho, ni nacía de apriorismos arbitrarios. Nacía simplemente de su conciencia de músicos, de artistas. Nacía del hecho que como dice uno de los más eminentes músicos eclesiásticos de hoy, ‘hace falta valor para musicar los nuevos textos litúrgicos propuestos. Para tal trabajo se requieren músicos nuevos’ (Maurice Duruflé, Le Figaro, 12-III-1965)”.
    Por último, en el número seis de este mismo año de 1968, otra vez Romanus, en el artículo titulado “La superioridad del latín sobre el francés”, comenta un artículo de Maurice Duruflé, del que también copia algunos párrafos. Traslado a continuación lo que más interesa.
    “Los músicos franceses sienten horror en poner música al Sanctus en francés, por constituir un monosílabo (Saint), que es imposible aplicarle una música decente, repitiéndose tres veces seguidas… Por eso, Mr. Duruflé comienza su artículo con esta cuestión.
    ‘Yo os confesaré llanamente, nos dice, que no siento ningún deseo de escribir música sobre Saint, Saint, Saint (que se pronuncia San). […] la lengua francesa, que, por su acentuación más pesada y su declamación más seca, está naturalmente más inclinada hacia la música profana’”.
    Teniendo en cuenta todo lo anterior, considero que el hablar de la audacia del padre Prieto al componer su “Messe de Saint Laurent” está más que justificado. Y ahora se me ocurre, a propósito de las últimas palabras de Duruflé, que el Saint de la misa de Prieto me parece soberbio: es un verdadero grito de júbilo, un canto de alborozada alegría, un clamor de victoria, de triunfo que resuena en el universo del Santo.
    Ramón Cubillas

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