De la amplia colección de documentos de prensa que ha enviado Ramón Cubillas, tenemos ya disponble, en la página Archivo Históricos,dos nuevos bloques debidamente encuadernados: La selección de los años 30 y la correspondiente al año 1.942.
Ver Archivo Histórico >>
(Imprescindible leer el comentario de Joséma, "cronista" de lujo, coronando los recortes periodísticos: ... "Yo era el más pequeño del grupo de seminaristas que no fueron a casa en las vacaciones de verano de 1942..." >>).
jueves, 9 de septiembre de 2010
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Le agradezco a Ramón Cubillas esa colección de recortes, todos, por ahora, del ABC .Es volver a los recuerdos, buenos y menos buenos, de una época tan distinta de la actual. Otro lenguaje, otras vivencias, otro Gobierno, otra Iglesia pero lo más parecido a la de ahora. La referencia más amplia del coleccionista se refiere a las Bodas de Oro del Seminario. Yo era el más pequeño del grupo de seminaristas que no fueron a casa en las vacaciones de verano de 1942 para trabajar y hacer de todo, arreglando cuartos, limpiando y barriendo, instalando altares en todas las aulas de los dos edificios para que pudieran celebrar misa los 400 sacerdotes comilleses llegados de todas partes. Imaginaos las vueltas que hubo que dar por Comillas y pueblos de los alrededores para agenciar ornamentos, y sobre todo para que nos prestaran un total de cerca de cincuenta aras de mártires, imprescindibles como piedra fundamental de todo altar. Les servíamos la comida, nos entrometíamos en sus conversaciones, hasta me hice amigo de unos cuantos con una amistad que luego duró por décadas. A uno que con marea alta se decidió a cruzar a nado la ría y se cansó a mitad de camino, pidiendo socorro mientras hacía “la plancha”, quise ayudarle, nadé hasta él y casi nos ahogamos los dos porque se me agarró con todas las fuerzas y por fortuna nos recogieron en un bote de remos que se deslizó por la ribera de Trasvía.
ResponderEliminarRecién acabado Humanidades”, tenía a mi cargo de “sacristán” la clase en la pura esquina de la “chocolatera”, (del tránsito de los obispos), recogía cada día el vino y las hostias para seis altares, uno pegado al otro. Con un poco de buen gobierno hasta conseguía ahorrar un lote del vino de misa para convidar a los amigos en el Monte Tabor, al atardecer, tratando de ver el famoso “Rayo verde” con el que se decía despedirse el sol en el resbalón final sobre el horizonte del mar.
Ramón, gracias por tu labor de rescate. Somos tan pocos los que quedamos de aquella época que no va a ser fácil que recibas la resonancia merecida.
José Manuel Ruiz Marcos