domingo, 5 de diciembre de 2010

Música y poesía -5: El Banquete de bodas. Rafael Manero

En todo este proceso de fascinación mutua entre música y poesía, del que venimos hablando, el mejor camino para su encuentro no ha sido ni el “poema sinfónico” (Liszt) ni los versos dedicados a evocar músicas que nos han conmovido (Gerardo Diego). El camino por el que, a lo largo de la historia, han avanzado música y poesía, dándose la mano, y comunicándose mutuamente un íntimo estremecimiento, ha sido, sencillamente, el canto, la canción, los coros, desde la sobria melodía gregoriana a la más exuberante fronda de polifonía. A esta verdad elemental... (+)

2 comentarios:

  1. Valiosas, como tuyas, Manero, estas divagaciones con que nos has deleitado. Y puesto que de bodas entre poesía y música va, vayan como paraninfo, acompañando a la poética novia de tus escritos, las líneas que transcribo a continuación, tomadas de un artículo que firma el padre Tomás de Manzárraga y que rescato del número correspondiente a septiembre-octubre de 1955 del “Tesoro Sacro Musical”. Dice así el padre claretiano:

    «El lenguaje es un canto sencillo, en el que la voz, con apoyos de cada palabra, miembro, frase y período, forma la síntesis y jerarquiza todos los elementos que lo integran en un discurso armonioso. Est autem in dicendo quidam cantus obscurior, escribió Cicerón. Con diferentes palabras, pero expresando la misma idea, ha dicho después Gratry: “La palabra es un ruido en el que se encierra un canto”.
    »El canto no es música pura, sino que se forma de la unión íntima de la palabra y de la música; es, como diría Combarieu: “la palabra elevada a su máxima potencia”. Por eso la plegaria litúrgica, que es también un lenguaje por medio del cual nos comunicamos con Dios, tiende naturalmente a revestirse del ropaje musical. Symphonialis est anima, decía una santa de la edad media.
    »En la Liturgia, la palabra y el canto nacen de una misma fuente, responden a una misma necesidad, tienden al mismo fin. Los textos han sido escogidos y dispuestos para ser cantados, y los cantos, a su vez, han sido creados para el texto. Vemos, en efecto, que los textos y las melodías del canto litúrgico han nacido de la misma inspiración y atravesado largos siglos unidos en un destino común».

    Y sigue un poco más adelante:

    «De esta unión de la plegaria y del canto brota la plegaria cantada que, según Luis Veuillot, es “la fórmula la más perfecta que el alma puede emplear para expresar a Dios su fe y su amor”».

    En el caso de Beethoven, el himno de Schiller estaba esperando al músico, quien, aunque afirmara allá por 1824 “Cuando tengo una idea, siempre la escucho en un instrumento, nunca en la voz humana”, supo llevar al más alto empíreo del arte, en estrecho abrazo, palabra y música hechas canto; canto en que Beethoven “se entrega sin reparos al impulso del genio y por consiguiente al tema que desea cantar siempre para todos y para sí mismo: la Alegría”.
    Te reitero mi agradecimiento por estos solaces.
    Ramón Cubillas

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  2. ¡Qué increíbles y sorprendentes descubrimientos los tuyos, Ramón!¡Y qué oportunas tus citas! Te felicito. Rafael

    7 de diciembre de 2010 22:58

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