lunes, 8 de noviembre de 2010

Desconcertante, la Cecilia de nuestros conciertos.

En honor de santa Cecilia había compuesto Otaño un motete a voces mixtas, el “Cantantibus organis”. La Cecilia de las pinturas nos era sobradamente conocida: una joven patricia romana tocando concentradamente el arpa.
Que gozara manejando el instrumento parecía lo más natural, ... (+)

José Manuel Ruiz Marcos (del capítulo “Aquella Schola cantorum” en mi novela “Amar en Comillas”, reeditada este 2010 con el nuevo titulo de “Amores convexos”)

5 comentarios:

  1. La verdad es que algo de “desconcierto” parece haber. Dice Alonso-Josema: “No hay ni la más mínima alusión a cualesquiera habilidades musicales. Con tan dudosa documentación se la hizo en el siglo XV patrona”. La razón de todo esto parece residir en una interpretación errónea de la antífona de la virgen, supuesto que el texto fuente originario latino (la "Passio sanctae Caeciliae”) en que se relata la boda de la santa aludiría, con ese “cantantibus organis”, a las músicas de la celebración. La traducción de la antífona que hace Alonso-Josema (“mientras tañían los (mundanales) instrumentos”) sería, pues, acorde con el sentido de la narración del casamiento de la virgen mártir.
    Por el contrario, la traducción de la misma antífona que ofrece el “Espasa” se separaría del sentido inicial del texto. Leo: “al canto de los órganos la virgen CECILIA en su corazón cantaba a solo el Señor, diciendo…”.
    Al margen del sentido original del “cantantibus organis” y sus interpretaciones, otra cosa hay que nos puede dar alguna luz. Verdad es que ni Segura Munguía, ni Gaffiot, ni tampoco Pedro de Salas, entre otros, dicen nada que explique el misterio o ese “desconcierto”; pero no es el caso de Raimundo de Miguel, quien especifica, por lo que nos interesa ahora, en su “Diccionario”:

    dēcānto, as, āre, a. [de de y canto: en la ép. clás. fec. en Cic., rar. en los demás: en Hor. se hall. dos veces]. Cantar acompañándose de un instrumento músico.

    Luego, no sólo canta Cecilia, sino que canta acompañándose de instrumento, si damos por bueno a De Miguel. Así las cosas, y a la espera de mayor claridad, me parece justificado que, según se lee en el “Espasa”, “al fundarse en 1584 la Academia de Música de Roma se tomó a santa CECILIA por patrona”.
    Y ahora una cuestión. El capítulo tercero de la citada “Passio” dice: “Venit dies in quo thalamus collocatus est et cantantibus organis illa in corde suo soli Domino decantabat dicens: «Fiat cor meum et corpus meum immaculatum ut non confundar»”. Como se puede ver si echamos una mirada a la partitura, el texto de Otaño sustituye el pronombre originario “illa” por “Caecilia virgo”, omite “in corde suo” y añade el vocativo “Domine”. El “Espasa”, por su parte, mantiene “in corde suo”. La pregunta: ¿Por qué la divergencia con el texto que recoge el “Liber Usualis”, que es el mismo, por ejemplo, que el que emplea Giraud (se puede ver y escuchar la partitura aquí: http://www.pucpr.edu/diocesis/cantoral/CantantibusOrganisGiraud.pdf ) en su composición? En ellos la antífona se ha simplificado aún más: “cantantibus organis Caecilia Domino decantabat dicens: «Fiat cor meum immaculatum ut non confundar»”. ¿Hay quien dé una respuesta? ¿Manipuló Otaño el texto como mejor le pareció? ¿Cuál es el texto litúrgico oficial? ¿Hay varios a lo largo de la historia? ¿Cuándo se producen los cambios?

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  2. Olé, Ramón,. Por tu interesante comentario. Se siente uno más seguro cuando se entrevé el lector implacable y posible desfazedor de entuertos, como en alguna forma en el presente caso de la desconcertante patrona.Veo que mi interpretación no te merece total repulsa, ya que el significado que tú mismo das como poco seguro del “de-cantare” podría incluir un instrumento musical, en ningún caso la más sencilla flauta, pues ella supone expulsión del aire por la boca. De serlo, tendría que ser un instrumento como el arpa (el acordeón, que yo toco, “amenazando” festejos sería ideal, pero en Roma no se conocía aún), uno que permitiera tocarlo y cantarle al mismo tiempo al celestial esposo.
    En fin, que tú y yo honramos a la celestial patrona, cada cual a su manera.

    Se ve que has leído mi “Amar en Comillas”(y sin duda escandalizádote, como buen comillés de la estrecha observancia) pues me citas como Alonso-JoséMa. No me había visto jamás citado así. No olvides que todo lo que alguien dice en una novela, sea él o élla quien sea, en realidad lo dice el autor, así que te puedes ahorrar la añadidura y el guión, me sospecho.

    Como te veo entendido en cuestión de patronatos, me atrevo a proponerte una pregunta tal vez capciosa:
    Quién es el (aún no declarado) celestial patrono de los asaltantes de Bancos, con documentación indudablemente probatoria, antiquísima y fehaciente?
    José Manuel Ruiz Marcos

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  3. Toque Cecilia la lira, la cítara, el arpa o, si lo prefiere, la siringa, el caramillo o la zampoña y cante como pueda, o rece, sin más, en su interior, mientras Valeriano chufea con sus amigotes al son de los instrumentos, que no tengo preferencia por una u otra versión de la historia y me basta con los buenos recuerdos de Comillas que me trae la santa, aunque lleguen entre la niebla.
    En cuanto a lo de Alonso-Josema, pensé que si hablaba sólo del personaje se quedarían fuera de juego quienes no hubieran leído la novela; si te atribuía a ti lo que el personaje dice, con-fundía al autor con el narrador y, no conociéndote, no tenía derecho a identificarte con él. ¿Que lo que dicen el narrador o los personajes lo dice el autor? ¿Acaso lo que les ocurre le ocurre al autor? A la segunda respondo que no. A la primera, que no tiene por qué ser así y que no te conozco lo suficiente. Así, pues, prefiero seguir diferenciando entre Alonso y Josema.
    Por otro lado, quédense el enigma de tu nacimiento ilegal y el que en esta misma entrada me propones capciosamente, como la perra cantora, para otro Edipo, que yo no me encuentro capaz de darles respuesta. ¿Me favorecerás desvelándome el secreto escondido en ambos?

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  4. Ramón, añado a tu dilema escapatorio un “datur tertium”.Lo que JMRuiz hace decir a sus personajes en su s novelas, ni le ocurre necesariamente a él ni no le ocurre, sino que simplemente SE LE OCURRE; para eso es autor.
    Lo de mi “ilegal por nacimiento” será mejor no meneallo...
    El celestial patrono de los asaltantes de Bancos es el mismo, Jesús de Nazareth en un momento de santa cólera. Los cambistas de Juan 2,13-25, eran empleados del Banco de Jerusalén, que se posicionaban en los atrios del Templo a la caza de clientes forasteros, necesitados, por la Pascua, de moneda corriente. Jesús se fabrica exprofeso un látigo que hasta parece haber usado, vuelca las mesas y las monedas imperiales se esparcen por el suelo.
    En esta ocasión dio Jesús la celestial definición de un Banco, que vale hasta hoy y tal vez hoy más que nunca:”La Casa de mi Padre es lugar de oración, y la habéis convertido en una CUEVA DE LADRONES”.
    José Manuel Ruiz Marcos

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  5. Gracias, Josema. Si no hubiera sido por lo de "capcioso"..., aunque no lo sé. Sí es cierto que fue lo primero que se me ocurrió y miré las traducciones del "numulariorum" de Mateo 21,12, que ahora vuelvo a mirar: Bover-Cantera, "cambistas"; Nácar-Colunga, "cambistas"; Leal, "cambistas"; Bover-O'Callaghan, "cambistas"; Páramo, "cambistas"; Valera, "cambiadores"; Petisco, "cambiantes"; Biblia Latinoamericana, "los que cambiaban monedas"; Villapadierna, "cambistas"; Santamaría, "cambistas"; Torres Amat, "banqueros o cambiantes"; Scío, "banqueros". Algo me consolaron Torres Amat y Scío, aunque fuera la traducción de éste, en decir de Menéndez Pelayo, "pedestre". Y algo más me consoló leer en el "Diccionario de la Biblia" de Haag-Ausejo que los cambistas "actuaban también de banqueros".
    Sea como sea, lo cierto es que no me atreví a aventurar una respuesta y busqué una salida que fuera algo airosa. En definitiva, parafraseando a Juliano: Me venciste, Josema.
    Ramón Cubillas

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