jueves, 12 de abril de 2012

Ah, las perversiones de la Schola!

Antes de caminar sobre el filo de una palabra, suelo echar un vistazo al diccionario... por si acaso.
Perversión: Acción y efecto de pervertir.
Pervertir: 2. tr. Perturbar el orden o estado de las cosas.
Pues eso. Concierto de Santa Cecilia 1964 (foto enviada por Favier Barrientos)



Observar el enorme bafle que aparece en primera fila junto al piano, (tras la silueta de la monja). Prieto lo usaba para hacer hacer play-back. Creo que fue, en aquella ocasiòn, la filarmónica de Berlín (?)
la orquesta que acompañaba a la Schola interpretando la V Bienaventuranza de C. Franck. Prieto dirigía el sonido emitido por los bafles con la misma solemnidad que a nosotros.
Introducir la intervención de una solista, seguro que le supuso al maestro algún disgusto. Y sus hombros desnudos...? oh! perversa Schola. ¿Habría sido posible en tus tiempos, JoséMa?
Alejandro Rivas.

5 comentarios:

  1. Qué interesante me resulta eso que observas, Alejandro: que "Prieto dirigía el sonido emitido por los bafles con la misma solemnidad que a nosotros". Azagra me solía contar algo que a mí me sorprendía muchísimo: que a veces él le pedía que le "dirigiera" la música de algún disco y que Prieto lo hacía como si tuviera toda la orquesta delante, estando ellos dos solos en la sala de música.

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  2. Voy a ver si soy capaz de cazar al vuelo alguno de los pensamientos que anoche me pasaron graznando por la cabeza:
    “infame vuelo de nocturnas aves,
    gimiendo tristes y volando graves”
    El que Prieto dirigiera con tanta seriedad la música que salía de los bafles, me dejó un poco noqueado. Da la impresión de que estamos ante una situación tan chusca como aquella del cine mudo titulada “El regador, regado”. En nuestro caso, “el director, dirigido”. Porque su gesto, llamado a trasmitir ese pálpito interior del propio Prieto, para que la música fluya por cauces de creatividad y emoción propia, no trasmite nada que pueda modificar la música que revuela por el aire. Es esclavo del bafle: es una marioneta movida por los hilos invisibles, pero inexorables, de la música grabada. Hay algo de inautenticidad en esta situación que me desconcierta: lo auténtico y vital se ha convertido en “pose”. Para aliviar un poco este desconsuelo mío, que tal vez pueda parecer injustificado, os añado un “enlace” que podréis copiar para que Internet os sirva una escena en la que el gesto del director, siguiendo los meandros de la música grabada, nos haga sonreír
    http://www.wimp.com/childbeethoven/

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  3. No, Rafael, no. No lo entendía -entendíamos- así. De entrada, para la gente de mi generación -la de los Beatles-, el disco era el intérprete. Así de sencillo.Porque hemos vibrado miles de veces con intérpretes que nunca vimos. Apenas habíamos oído nunca una orquesta en "vivo". Por otra parte, el equipo de música de Prieto (tres muebles independientes tipo consola, de algo más de un metro de altura y aproximadamente 60 cm. de frente y de fondo, altavoces de aprox. 40 cm. de diámetro. Marca Telefunken, creo) no era un simple "tocadiscos". Era, por analogía con el home-cinema, la "orquesta en casa". Además, Prieto habría preparado la obra con esa ayuda, seguramente. Se habría "inspirado en ella". Sin duda se hallaba absolutamente identificado con esa interpretación. Recuerdo, como si fuera ahora mismo, nuestro estado de ánimo: si Prieto detenía sus brazos, la orquesta se habría parado. Y ahí viene la clave: con esa especie de "simbiosis" él nos hacía sentir que la orquesta estaba, detrás, con nosotros. No nos dirigía el disco, nos dirigía él. El disco -supongo que sería una edición "ad hoc"- no reproducía las voces, sólo los instrumentos. Una especie de karaoke, con perdón.
    ¿Sigues pensando que Prieto no nos dirigía realmente, que hacía un papel de "marioneta", que no había creatividad ni emoción en los solistas y en el coro?

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  4. No, no. Cuando os dirigía a vosotros, indudablemente os hacía compenetraros con él. Lo "postizo", digamos, es seguir dirigiendo a una orquesta inexistente, cuando ni el coro ni los solistas intervenían. En esos momentos no era el "director" quien dirigía la orquesta, por muy vistosos que fueran sus gestos, sino la grabación era la que le imponía al director su tempo, su volumen, su pathos. Cosa que se aprecia más claramente en el "juego" de la sala de música, sin músicos, dirigiendo al aire. Creo yo.

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  5. Qué horror, Alejandro!! Una mujer cantando en el paraninfo, en primera fila, y con modernísimo atuendo!! Absolutamente inconcebible en mis tiempos. Expulsión inmediata a los responsables! Inagínate:
    Cuando yo era retórico, no sé a quién se le ocurrió que debíamos tener en el curso una “mascota” como se suele en el ejército, de ordinario un animal. Nuestra mascota lo fue una muñeca, tamaño natural muñequil, apenas 20 centímetros. La exponíamos, no al público en general, sólo presidía nuestras reuniones como clase. Algún espía debió de enterarse.
    La pobre muñequita fue objeto de encarnizada persecución de los subprefectos, sólo por ser mujer y tuvimos que pedir auxilio al Padre Desiderio, Ministro de la casa, para que nos la escondiera “hasta que San Juan alce el dedo”,nos dijo.
    Otro incidente revelará más claro la prohibición absoluta de lo femenino en nuestras vidas.
    En uno de los sketches de la velada con motivo de los últimos Votos de nuestro Prefecto de Filosofía salíamos al escenario un soriano llamado Carmelo Jiménez y yo, él empujando un carrito de bebé en el que habíamos conseguido incrustar a un minifilósofo, el más ruin de nuestro curso. Al presunto bebé apenas se le veía, sólo se le oía lloriquear desde su canastilla, pero Carmelo y yo estábamos de cuerpo entero. No habíamos depuesto la sotana. Yo llevaba una boina vasca, a título de progenitor, y vestía el blusón de tratante de ganado. El soriano cubría la cabeza con un pañolón anudado por debajo de la barbilla, requisito contundente para pasar ipso facto por ser la mamá de la llorosa criatura.
    El Padre Nieto se enteró del desaguisado, nos convocó a los dos juntos a su cuarto y nos largó una andanada terrible sin darnos tiempo a reaccionar ni a presentar atenuantes:
    -Jamás me había sucedido algo semejante en los muchos años que llevo en el seminario. ¡Sacar en escena a una mujer!
    -Pero padre -trató de protestar Carmelo-, era yo, con sotana y todo, sólo que con un pañuelo en la cabeza.
    -Sí, ya lo sé, pero estabais presentando en el escenario la tentación ante todos vuestros compañeros, y precisamente cuando estabais festejando la entrega total a Jesús de vuestro prefecto, por medio del voto de castidad perpetua. ¡No se puede hacer reír a toda una comunidad con algo que va en contra de la virtud principal de un religioso y de un futuro sacerdote!
    José Manuel Ruiz Marcos

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