jueves, 5 de abril de 2012

Solvitur acris hiems...

(Me dicen que el comentario de Alfonso en recuerdo del Padre Martino, siguiendo la evocación iniciada por Rafael, tiene categoría de portada, incluso de honor).

El Padre Martino en 2009. Tomada de un video en el que aparece
con unos cuantos años más pero... el de siempre: >>
 "Yo le recuerdo comentando, sobre la misma tarima quejumbrosa, la oda I, 4, "Solvitur acris hiems", instándonos a sentir la danza de las ninfas cifrada en la propia métrica (alterno terram quatiunt pede) y la llegada fría de la muerte cortando como una cuchilla la tibia estampa primaveral (pallida mors aequo pulsat pede...). Le recuerdo también haciéndonos reparar en lo que, a su irónico juicio, era el piropo más imponente de la literatura, el que los ancianos de Troya que sobre las puertas Esceas presenciaban los combates que tenían lugar en la llanura dirigieron a Helena al pasar frente a ellos: "No es reprensible que troyanos y aqueos, de hermosas grebas, sufran prolijos males por una mujer como ésta, cuyo rostro se parece a las diosas inmortales." (Con este lenguaje tan peculiar, el de la traducción de Segalá, nos hablaban los héroes desde el papel biblia de aquel tomito de Crisol con ilustraciones de John Flaxman). Sin duda Martino es el profesor del que guardo un recuerdo más grato. Enseñaba como ya no se acostumbra: contagiando. Él nos abrió los ojos a elegancia serena de lo clásico. Particularmente le agradezco que en la calígine tridentina de aquellos tiempos me abriese una ventana al salubre paganismo de Homero "and his unchristened heart".

Alfonso Fernández (4 de abril de 2012)

3 comentarios:

  1. Contagiar esa es la palabra clave de la enseñanza para cualquier disciplina y más aún para la literatura, aunque aplicamos normalmente la de trasmitir conocimiento. Muchos son los recuerdos que tengo del P. Martino de su forma de enseñar y de su benevolencia, nunca una descalificación en sus correcciones.
    Leyendo a Alfonso, es la prueba fehaciente que nos lleva a afirmar sin dudar que tuvimos un maestro como el P. Martino.
    Un día nos regaló en clase el proceso de creación de una oda dedicada al P. Prieto por su santo a la que yo tuve la osadía de parodiar.

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  2. El Padre Martino actualmente vive en el colegio de los jesuitas de León y ahora está especializado en encontrar a nuestros antecesores romanos a lo largo de la provincia de León. Es un experto en los vadinienses (hay en León una ruta vadiniense que pasa por mi pieblo) y también está muy inmerso en la escuela de lenguas orientales que tiene su sede en Cistierna, donde va con cierta frecuencia. Pienso este verano hacerle una visita.
    Por cierto, Alfonso, tú aún tienes reciente el latín, algunos ya casi no sabemos más que el comienzo de la Eneida, canto II y alguna que otra frase de las utilizadas por el Padre Teofanes. Así que para que no tengamos que utilizar el SPES y hacer ejercicios de traducción puedes emplear las comillas con el texto. Muchas gracias y enhorabuena

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  3. José Luis Palacios4 de mayo de 2012, 11:24

    En efecto, contagiar es la palabra; y el humor, y el amor que ponía en su tarea. Amaba la literatura. Para mí que, como quien dice, todavía no he salido del aula, Martino ha sido, sin lugar a dudas, el mejor profesor que he tenido. Y así se lo espeté hace dos años cuando tuve la fortuna de hablar con él por teléfono, ahora ya casi como colegas. Algo de lo mucho que aprendí de él es lo que he intentado trasmitir a mis alumnos en estos últimos 40 años. Recuerdo la leyenda urbana que alguien me contó en Comillas: Entre aquellas composiciones literarias que escribíamos en nuestro cuaderno y Martino nos corregía, le tocó el turno al pie quebrado, al estilo Jorge Manrique. Uno de los nuestros, muy ufano, acababa así su poema: "... la luna y las estrellas, ay, ay, ay qué bellas ay, ay, ay que bellas son". Y se quedó tan pancho. Y Martino, que era fino, le corrigió así en su cuaderno: "El alumno promete opíparos frutos; ay, ay, ay qué bruto ay, ay, ay qué bruto es".

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