Hay directores a los que se les oye o se les ve cantar, batuta en mano. Pero Prieto nunca cantaba. Después de lo trabajoso de los ensayos previos, hacíamos ante el público "el estreno" para él. Entonces él, creo yo, oía (por primera vez de veras?) la pieza, gozaba de “nuestra” música, se alienaba oyéndonosla cantar. No era ya él, éramos nosotros los creadores. Él había sido condición; ahora se adentraba en el éxtasis, se perdía en el Misterio y entraba en él con nosotros. Qué escasos comentarios hizo él sobre esta su aventura. Los sabía imposibles.
Puedo decir, eso sí, o al menor intentarlo, cómo yo me sentía. Me ahondo en recuerdos. Nunca tuve lo que algunos llaman “fascinación” frente al artista-director, yo me sentí, ya en el paraninfo o el el coro en Semana Santa, creador, aupado por cien creadores más, sentiendo lo mismo. Me transformaba en imprescindible, como mis compañeros. Los sentía vibrar, conmigo al unísono.. Todos ellos renunciando a definírselo, a hacer tema de ello, como yo. Entregados en cuerpo y alma al Misterio... ( + )
José Manuel Ruiz Marcos
martes, 1 de noviembre de 2011
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Intensa vivencia del Misterio la tuya, a través de la Música, querido JoséMa. Intensa y admirable. Un saludo. Rafael.
ResponderEliminarQue hablen los compositores... Esa pregunta que tú formulas, JoséMa, se la he hecho en alguna ocasión a Rafael Manero. Hacíamos pruebas digitalizando algunas obras clásicas y también algunas de las suyas. ¿A voces o sólo con instrumentos? ¿Con o sin órgano? ¿Añadir o no instrumentos de cuerda para "disimular" la baja calidad de las voces...? Y le preguntaba: Rafael, cuando un compositor está en el proceso creativo de una obra, ¿con qué instrumentos la imagina? Su respuesta (a mí me costaba entenderlo) iba siempre en la dirección de que ése era un asunto accesorio. La esencia de la composición es ajena al instrumento con que se interpreta. De hecho, de la Suite Vasca de Otaño tenemos la versión a voces (en la que hemos repetido, al digitalizarla, la melodía de las voces con instrumentos de cuerda) y la escrita para piano por Granados. A mí me parecen obras distintas. En este caso, tal vez lo sean. Sin embargo los mismos ensayos, o muy parecidos, los hemos hecho con la misma obra, buscando el mejor efecto y sin tener demasiado en cuenta la intención del autor. En alguna ocasión me señalo que hasta la aparición de los estudios digitales, el autor no sabía cómo sonaba su obra realmente, hasta el día del estreno. Por cierto, hablando de ese fabuloso mundo de la "ayuda" electrónica, os invito a leer lo que hoy he leído en El País Mozart usaría hoy ordenadores
ResponderEliminar(pinchar el vínculo con el botón derecho y elegir la opción "abrir en una nueva ventana"
Y sobre lo de Prieto nunca cantaba tengo que añadir que debió cambiar con los años. En mis tiempos, los del sesenta y pico, Prieto sí cantaba. Tenía además un falsete de moderada calidad. Pero no cantaba por gusto ni había en sus gestos nada que recordara el éxtasis de algunos momentos gloriosos dirigiendo. Cantaba, especialmente para "apoyar" a las voces blancas en algún pasaje difícil y, sobre todo, (eso era muy frecuente)para "tirar" hacia arriba del tono que se nos iba cayendo cuando las notas se elevaban en exceso. Ahí, su canto y sus gestos eran una especie de rictus de alta tensión.
ResponderEliminarOtro día contaré lo que yo sentía cuando cantábamos en los grandes momentos. Si no era éxtasis no le andaba lejos. El misterio volaba también en torno a nuestras albas, entregado, como tú cuentas, en cuerpo y alma al misterio.
Bueno, en mis tiempos no cantaba nunca Prieto.
ResponderEliminarEl vasco José María Cirarda
Lachiondo, entonces ya teólogo, fue quien me probó la voz en octubre de 1938 y me admitió en la Schola como contralto.Él ensayaba entonces a nuestra cuerda.Cuando ya nos pudimos valer por nosotros, lo pasó Prieto a ensayar a los sopranos.El futuro Arzobispo de Pamplona, ese sí que tenía un falsete potentísimo.Como yo cantaba en la primera fila de los bajos, lo tenía exactamente delante de mí en el Coro, en la última fila de los tiples; en los conciertos ya no podía pasar tan disimulado.Sin embargo, en alguna pieza difícil lo tuve en el paraninfo a mi lado, camuflado como de nuestra cuerda, pero cantando de falsete.De gran valía como teólogo y como músico, se contentó Cirarda en la Schola con tareas auxiliares de este tipo, siempre literalmente escondido y sin gloria.Yo admiraba su talento y su aguante y a veces hasta me parecía que Prieto abusaba un tanto de su carácter abnegado.
José Manuel Ruiz Marcos
Querido Josema: me maravilla esa forma de sentir que tienes la música que cantàbamos ..Estoy de acuerdo con Alejandro: Prieto sí cantaba con su poderoso falsete y siempre contra su voluntad para apoyar las deficiencias de tiples y de contraltos. Siempre tuvo la Schola este gran desequilibrio entre la veteranía y perfección de las voces graves hechas y bienhechas con el transcurso de los años y las voces blancas, inexpertas y que lógicamente no terminaban de hacerse hasta después de 3 o 4 años. siempre hubo excepciones como Eizmendi, etc. Respecto a si los creadores sentimos algo cuando las voces cristalizan lo escrito en el papel, estoy totalmen te de acuerdo: son los cantores los que realmente hacen o crean realmente la obra, por mucho que el compositor tenga una idea más o menos clara del sonido a través del piano o del órgano. Joaquín Carvajal
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