sábado, 29 de octubre de 2011

Crónica del viaje a Loreto. 1962

Nos llamaba de uno  en uno a su cuarto, una suite con piano de media cola al lado del paraninfo y el P.Prieto nos entregaba este carnet, mi primer pasaporte con el coro reducido de voces blancas. Por primera vez nos separábamos de las voces negras para ser protagonistas en el II concurso internacional de Coros de Capilla Loreto.
El viaje fue accidentado pues al salir de Castro-Urdiales  el autocar que nos llevaba a Irún se le salió una rueda, menos mal que era en una curva y subiendo. Llegamos muy tarde a Irún y aquella noche distribuidos en casas particulares poco pudimos dormir ya que a primera hora debíamos coger el tren en Hendaya para Italia. Creo recordar que algunos ya creciditos les tenían preparadas camas-cunas  no apropiadas a su estatura.
La primera parada fue en Lourdes y el segundo contratiempo  la huelga del maquinista en Narbona... ( + )
Pepe Prieto

2 comentarios:

  1. Precioso tu relato, querido Pepe (sólo te falta el Ignacio para tener el mismo nombre que el P. Prieto). Qué aventuras acaecían en los viajes del Coro Reducido y qué suerte el haberlas vivido. Sólo viajé a Covadonga y a Roma aparte de los pobríños viajes a S. Vicente de la Barqera y el de Roma del año 50, que por cierto nos costó 500 pts de aquellos tiempos. Tuvisteis que pagar algo por este viaje a Loreto? Qúe cantasteis? Cómo fue el concurso sin premios? Me encanta esta noticia y sugiero que se abra un apartado con anécdotas de viajes con el P. Prieto, que debe de haberlas muchas y sabrosas.

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  2. Sigo la sugerencia de Joaquín de contar anécdotas de las giras con Prieto. En este caso, lo que voy a contar tiene también relación con Victoria. En la gira de Suecia, de paso por Alemania, dimos algunos conciertos (en Aquisgran, en Colonia). En Bonn teníamos programada una grabación de obras de Victoria en un estudio radiofónico. La verdad es que llegábamos cansados del trajín del viaje en autobús, y a pesar de nuestros esfuerzos, o precisamente por ellos, nos bajábamos de tono. Los alemanes no nos pasaron ni una. Al terminar cada obra nos quedábamos en silencio, mientras los técnicos revisaban la grabación, hasta que nos llegaba por los aires una voz inexorable que terminamos por sabérnosla de memoria: “¡Achtung! ¡Aufnehmen!" ¡Había que volver a grabar! Al final, con gran bochorno por nuestra parte, tuvimos que desistir. Ese día nos salvó el cocido un tiple solista que cantaba muy bien canciones montañesas. A los alemanes les encantaron y las grabaron, sin ningún tipo de acompañamiento. En cambio el concierto en la catedral de Estocolmo fue glorioso. Victoria sonó como en los mejores días de Comillas y Prieto, que en lugar de la sotana y el roquete, vistió su famoso frac con pajarita blanca, estuvo verdaderamente genial.

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