He pasado la mañana hurgando en diversas partituras de T. L. de Victoria (es lo que tiene estar jubilado y con poca obra callejera que vigilar por el parón de la crisis) y he comprobado que en ninguna aparecen reguladores ni signo alguno que ayude a su interpretación de una forma u otra; bueno, no es del todo exacto ya que encontré una italiana, de Marco Voli´s >> que sí tiene indicaciones pero son diferentes a las de Prieto. Me he remontado incluso a partituras de 1913 >> (editada por Felipe Pedrell: Tomás Luis de Victoria: Opera Omnia, Volume 5.Leipzig: Breitkopf und Härtel, 1913.) y a otras anteriores, de 1854 >> (editada por Carl Proske: Musica Divina. Sive Thesaurus Concentuum Selectissimorum...Annus Primus....Tomus II. Liber Motettorum. Sectio I.Regensburg: Friedrich Pustet, (1854) y hasta una edición del “Pueri Hebreorum” de 1572 >> , época en que sólo existía Josema (yo a nuestro senior me lo imagino eterno…). A mí , dentro mi ignorancia en estos temas, me da la sensación de que Prieto fue el primero que se atrevió a interpretar a Victoria así y yo veo más bien influencias románticas e impresionistas.
Lino Uruñuela
domingo, 23 de octubre de 2011
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Jubilados como tú, querido Lino, que pasen de vigilar las obras de la residencia de ancianos de la esquina, (en suspenso, no por falta de ancianos sino por la crisis), a examinar los infolios-geroglíficos en los que, como en una calcamonea, podemos barruntar la existencia de lo sublime, no hay muchos. Así es que, ¡mi enhorabuena, oh exquisito! Nos basta ver esa particella del Cantus, correspondiente al "Pueri Hebraeorum" de Victoria, para comprender que, escrita con esas "juanolitas" perfectas, escalonadas en los hilos de la luz, ningún cantor de los de hoy en día podría podría adivinar nada: se quedaría con la boca abierta y mudo de estupor. Para que podamos disfrutar de una composición musical, existe toda una cadena de "entes" imprescindibles, que se van entregando unos a otros el oro molido del arte hasta llegar a los privilegiados oyentes. Primero está, claro es, el compositor que entrega su sueño soñado a la partitura, que el intérprete interpreta, para que el oyente la oiga. Pero en este caso, eran necesarios,además, unos sabios que, echando mano a la "piedra roseta" de su sabiduría, nos desvelaran el misterio de esos jeroglíficos, para que los intérpretes pudiéramos abrir la boca y cantarlos. Eso es lo que se propusieron, entre nosotros, primero Pedrell y después Prieto: traducir esos tesoros a notación moderna del "Solfeo de los solfeos": Y Prieto además añadió en nuestro querido "Libro Negro" "toda clase de detalles de interpretación y signos de expresión para facilitar en lo posible a los directores la labor en los ensayos". Y en esto, como tú dices, fue pionero. Y has usado una palabra con la que estoy especialmente de acuerdo: dices que ves en ello influencias románticas. Esa es la palabra "romántico". Yo hablaba de sus interpretaciones y encontraba en ellas "un punto de desmesura barroca". "Barroca" no era la palabra adecuada, sino "romántica", si señor. Y ¿qué decir de estas interpretaciones? Digan lo que dijeren los "expertos", acunado en la emoción que inspiraba en nosotros el gesto de Prieto diré con Calixto: "¿Yo? Melibeo soy, a Melibea adoro, a Melibea creo y a Melibea amo..." Nos quedamos con esa forma de interpretar a Victoria y nos proclamamos recalcitrantes "melibeos", ¿no es así?. Un abrazo. Rafael.
ResponderEliminarYo también quiero sumarme a la tesis del romanticismo. Como me muevo inseguro en estos terrenos de "alta cultura" busqué ayuda en la Wiki y, efectivamente: "La estética del romanticismo se basa en el sentimiento y la emoción. En el romanticismo se piensa que la música pinta los sentimientos de una manera sobrehumana, que revela al hombre un reino desconocido que nada tiene que ver con el mundo de los sentimientos que le rodea."
ResponderEliminarO sea, el Victoria de Prieto.
Y, cuidado con la vigilancia de obras! Hay muchas funcionando en negro para burlar al fisco. Pero claro, hay que salir a vigilar por las noches. De sereno, vaya.
Los comentarios que aparecían en este apartado con el título "Prieto nunca cantaba" lo he pasado a la Portada.
ResponderEliminarEn efecto, Lino, las ediciones de Victoria no suelen llevar “reguladores ni signo alguno que ayude a su interpretación de una forma u otra”. Sin embargo, no parece que sea el caso de las que hizo H. B. Collins, de las cuales ya di cuenta a Manero en correo privado. Según Eugene Cramer, Tomás Luis de Victoria, a guide to research, Nueva York, 1998, Collins editó el Ecce Dominus veniet/ Ecce apparebit y Duo Seraphin/Tres sunt, en Londres, 1934 y 1935 respectivamente.
ResponderEliminarSobre la mesa tengo la primera de ellas, que bien pudo conocer Prieto, y presenta cuanto se puede desear para ayudar en su ejecución. Una lástima es que en su Antología no figure esta pieza para poder contrastarlas. La pregunta acerca de qué ediciones conoció, aparte las que él mismo menciona y algunas otras, por obvias, como la de Pedrell, sigue sin obtener respuesta suficiente. Pero, al menos, lo que es seguro es que no fue el primero en «facilitar» a directores y coros la ejecución. ¿La del Officium de Haberl, si es que era de Haberl, llevaba tales ayudas? Josema podría responderlo. ¿Y las de Bordes?
Ramón Cubillas