Miguel fue persona muy querida para sus compañeros de curso (Rafael Manero, Natxo Zurbano, Xabier Eruskin..) Y su paso por la Schola, desde que llegó a Comillas, ha sido señalado por muchos de los que coincidieron con él. Incluso nuestro decano JoséMa recuerda sus primeras intervenciones como solista.
Fue nombrado Miembro de Honor In memoriam de nuestra Asociación Amigos de la Schola Cantorum de Comillas, en la Asamblea Contituyente y ha sido recordado en este blog en numerosas ocasiones.
En los próximos días dedicaremos varias entradas a su recuerdo.
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Erauskin y Eizmendi en 1º Teología. |
Era el veinticinco aniversario de la muerte de Miguel Eizmendi; con harto sentimiento no pude llegar entonces a tiempo al funeral en su Azpeitia natal. A pesar de todo creo recordar que, después, cenamos juntos con algún familiar (la hermana?), los del cuarteto (a partir de entonces incompleto; Xurbano, Manero y Paco Frías) y entre otros Albistur, Aramburu, Gallastegi o Patxi Larrainzar Alí desgranamos recuerdos, musicales y humanos, de nuestro querido Miguel en una velada que recuerdo confusamente.
Miguel fue para mi y ante todo alguien muy entrañable. Llegó a Comillas con once años en setiembre de 1946. Yo también lo hice entonces. Lo recuerdo (en la nebulosa de mi mala memoria) con trazos desdibujados. Era el tiple solista por excelencia. Apoyado en el Padre Prieto, pienso que se refugiaba en la música para superar el shock de unos estudios y una convivencia dificil por sus problemas con el castellano que no dominaba (venía de un euskera familiar y tuvo que sufrir mucho por esa pérdida del entorno, tan sensible). Le tenía mucha simpatía y entendía esos problemas, aunque yp no supiera euskera entonces (vascuence decíamos). Le hicieron repetir curso lo que fue un acierto. El segundo año se integró perfectamente con los que llegaban. Era el curso de los del “cuarteto”, el curso en el que yo, en segundo de Filosofía me integraría igualmente, tras volver de un grave accidente que me tuvo medio año en una clínica. A partir de ahí, Miguel, convertido en una personalidad musical en nuestro ambiente, fue mucho más un cercano amigo al que admiraba y con el que compartía muchas cosas (paisanaje, ezpatadantza, vocación por el Apostolado del Mar, ilusiones o aquellas risas conjuntas con las que desdramatizábamos con canciones y letrillas ligeras la buena música que se alimentaba en la Schola). Solo estuve un año integrado en la misma Schola (fue en Filosofía y cantaba en la cuerda de bajos con él). Después, en Teología “trabajé” en la Cabina de Transmisiones con inevitables contactos con la “sala de música”… donde estaba Miguel, en todas, desde cantor hasta director.
Nos ordenamos juntos con el espectacular (more PioXII) nuncio Antoniutti (de mal recuerdo para los vascos). Mas tarde la vida (Terranova, Madrid, el periodismo) nos separó. En mi quedaría, siempre el recuerdo de uno de los grandísimos amigos de aquel lejano, casi nebuloso Comillas. Me alegra dejar constancia aquí del recuerdo de mi querido Miguel
Xabier S. Erauskin
PD. Te envío en el Drop, Alejandro, unas fotos por si crees procedente incluirlas
Carta de Natxo F. Zurbano:
Rafael Manero (hablando de Miguel Eizmendi en una de sus cartas)
... Estábamos todavía en Comillas, y sin haberse asomado a ningún tratado de armonía, pero con una intuición certera de lo que era escribir para voces compuso una Ofrenda a la Virgen para una de aquellas Consagraciones que tenían lugar en el mes de Mayo. Le puso letra Natxo Zurbano y la cantamos "el Cuarteto". La otra obra es algo que él solía tocar, medio improvisando, en aquellos desvencijados pianos de las clases de Filosofía, y que nunca escribió sobre papel. Es una melodía de su invención a la que ponía un acompañamiento armónicamente muy rico y rotundo. Yo he tratado de reproducir de memoria aquel fragmento, escribiendo una armonización, seguramente menos acertada que la suya, pero que trata de evocarla. Las dos composiciones son muy breves, como muy breve fue su vida (cuarenta y siete años). Verdaderamente "Consummatus in brevi explevit tempora multa". Teniendo unas cualidades excepcionales para la música, sus superiores, por aquello de que "los caminos de Dios son inescrutables", lo mandaron a Roma a cursar estudios superiores de Latín, y él, "oboediens usque ad mortem", allá se fue a partirse el pecho con Horacio y Virgilio. Por eso, si piensas en ponerle alguna música de fondo, piensa en el "Christus" de Goicoechea y en el "Ecce quomodo moritur justus" de Victoria, que él nos dirigió en la Semana Santa del 59: "Ecce quomodo moritur justus et nemo percipit corde, el viri justi tolluntur et nemo considerat..." Ese texto parece estar escrito para él, siempre tan modesto y tan buena persona.
Delante: Erauskin, Manero, Antonio Morales, Natxo Detrás: Anaya, Oyarzabal, José Dominguez, Eizmendi |
-Consagración (Eizmendi-Manero (ver. digital) >>
-In Memoriam (Eizmendi-Manero (ver. digital) >>
-Ecce quomodo (Schola Cantorum de Comillas 1961) >>
José Manuel Ruiz Marcos
Aniversarios commemorables terminan siempre con un cero o con un cinco, y héte aquí que el de Eizmendi termina en 9, por 29 años, como para testimoniar de un golpe que, tanto en vida como en muerte, Miguel fue siempre excepción.
Coincidimos en la Casona, él en ínfima, tanteando por los recovecos, no sólo del latín y el griego, sino hasta del castellano (su lengua natal era el eúskera), y yo en mi tercero de Filosofía y último en Comillas, perdido en los áridos intentos de la Escolástica por someter nuestras mentes a la inconcebible tarea de servirle, ante todo, de “ancilla" a la teología.
En aquel año de 1946-47 tuve muchos ratos, por raro que parezca, cerca de Miguel. Más de una vez yo debí de apoyar mi partitura sobre sus hombros, él de tiple y yo detrás en la primera fila de los bajos, en la bancada, sin respaldos todavía, de la sala de música. Zona extraterritorial, vivíamos en perenne “fusión”, sin la disciplinaria separación de clases, y él fue seguramente uno de los que me provocaron atrevidos: ”Ruiz, dá el DO de cerdo!” Ya entonces pude comprobar el liderato que su seguridad, visible y audible, junto con la predilección de Prieto, le prestaban al chiquilín dentro de su cuerda.
Tuve la delicia de oírle muy pronto como solista en mi ultima Nochebuena de 1946, cantando el “A media noche y en un portal”, creo que con Ceballos ya de tenor. Pude admirar la beatífica sonrisa con que Prieto le iba dirigiendo entradas y matices. Como si supiera que aquel crío era ficha segura.(Quién no conoció la mirada, entre irónica y de perdonavidas, de Prieto, cuando su hermano Luis o el entonces neófito pero ya muy en ascenso, Perico Aizpurúa, entraban al órgano en “fortissimo” con décimas de segundo por delante o por detrás, como si bajar Prieto la batuta fuera tan fácil como arremeter a dos manos con el coloso, metiendo registros, simultaneando dobles teclados y los pies presionando sobre el pedal...)
Aquella Nochebuena fue la entrada solemne de Eizmendi en la excepción y Prieto el pregonero. Acarició el chiquilín nuestros oídos con el terciopelo de su voz, la dejó aletear por entre las bóvedas como ingenua mariposa, más bella todavía porque vive sin darse cuenta de lo bella que es. Lo sentíamos así y por eso la dejábamos llegar hasta muy adentro en nuestras almas
En 1957 dirigió ya el concierto de Santa Cecilia. Cuando leí que en 1959, un año antes de su ordenación había dirigido, como alumno, la Semana Santa entera y me hice cargo del enorme Programa, le vi ya muy anclado en lo excepcional, saliéndose de las normas. Se dijo y se comentó que fue el mismo Prieto quien le confió autoridad dejándole el encargo, y nadie cuenta que si él pudo hacerlo fue porque los miembros de la Schola lo aceptaron. No hubo celos ni envidias en la pequeña aldea. Debió de ser porque Miguel parecía seguir sin darse cuenta de lo excepcionalmente grande que él era, siempre sin alharacas, sencillo, despreocupado, el ingenuo crío de once años, la mariposa aterciopelada de su primera Nochebuena.
Mi sorpresa fue grande cuando leí que su Obispo (el navarro Pablo Gúrpide, por cierto con fama de conservador y enfrentado por ello en Bilbao con los sectores del clero más contestatarios contra el franquismo), en lugar de apreciar la excepcional hechura de Miguel para la Música, y recién comenzada su labor sacerdotal, lo destinara nada menos que a especializarse en lenguas clásicas en Roma. Influyeron en ese "destino" sus actividades musicales por dos años en el Coro de Cámara de Loyola y en la Escolanía de Azpeitia? Me imaginé lo que hubiera sido de Prieto si su superior Provincial, en lugar de destinarle a estudiar cuatro años teología en Barcelona con los contactos musicales que lógicamente se siguieron, lo hubiera desterrado, “de communi”, al erial del Colegio Máximo en Oña.
Me cuesta entender que Miguel no protestara. Seguía sin darse cuenta de su gran vocación? Prefirió la obediencia humilde? Hasta comulgó, tal vez, con las reticencias del obispo, en ello similar a los Provinciales de Prieto por los los años 40, preñadas de suspicacia para andanzas ”mundanas” de “estrellas” musicales en sotana dirigiendo coros, programando conciertos y saliendo con foto en los periódicos?
Miguel murió a los 48 años. Querido por todos. "Aquellos a quienes los dioses aman, mueren jóvenes." Por eso, su excepción perdura. Y nuestro dolor, también.
José Manuel Ruiz Marcos
Agustín Rguez
Me adhiero,cómo no,a la conmemoración de ese 29 aniversario .Yo no mantuve tantas implicaciones
y convivencias con nuestro protagonista ausente,porque no participé de las complicidades que los nativos vascos mantienen y cultivan entre sí,como es natural.Fui su condiscípulo durante nueve años,y,resumiendo mi aportación a la efemérides,tengo que destacar una faceta de Eizmendi :su discreción y sencillez,que en él era compatible con unas egregias dotes musicales y humanas. La "importancia"de personaje sobresaliente, no se la daba él.Se la dábamos los demás. Él,parecía resignarse a aceptar los elogios ,(el humo del incensario), que se le dirigían .
Me dio la mala noticia P.Frías,con quien por entonces tuve algunos encuentros.Como tengo la mala costumbre de traducir a verso los impactos de la vida,en un libro de versos que estaba a punto de publicar,no pude resistir la tentación de incluir una sentida "elegía" sobre aquella inesperada agresión del destino.
Un abrazo.-Agustín Rguez
Me uno,cómo no,a la conmemoración del 29 aniversario de la desaparición de M.Eizmendi.Admirable persona,que hacía compatibles su discreción y sencillez con una egregia personalidad musical y humana.La
ResponderEliminar"importancia",nunca se la daba él,
se la dábamos los demás.
Agustín Rguez
Agustín, creo que has dado en el clavo.Así tuvo que ser:La"importancia",nunca se la daba él,se la dábamos los demás.
ResponderEliminarNo tuve la dicha de convivir largo con él, pero vuestros comentarios y sobre todo vuestro amor a Miguel (que no os atrevéis a nombrar sin ambages...) me hacen suponer que os encontrásteis, como un regalo singular en vuestras vidas, con un modelo de humanidad que se resume en tu frase. Miguel tuvo que ser la realización de un proyecto de ser, de existir, que muy pocos alcanzan.Y si lo alcanzan, son santos.Merecería la pena que alguien escribiera esta historia singular, la del paso por la tierra de Miguel.
José Manuel Ruiz Marcos
He caido en la cuenta, desupés de escribir lo anterior, de que ya no sólo Agustín sino también Rafael Manero aludían con insistencia a la personalidad humana de Miguel, aparte de sus cualidades excepcionales como músico.Manero escribió: "lo mandaron a Roma a cursar estudios superiores de Latín, y él, "oboediens usque ad mortem", allá se fue a partirse el pecho con Horacio y Virgilio". Oboediens usque da mortem, hasta olvidar su musicalidad, Manero le analoga con el Christus oboediens y con el justo, "Ecce quomodo moritur justus et nemo percipit corde, que él nos dirigió en la Semana Santa del 59: viri justi tolluntur et nemo considerat..." Ese texto parece estar escrito para él, siempre tan modesto y tan buena persona".Hasta aquí Manero.,
ResponderEliminarY Rafael no exagera, pienso yo,
Nemo percipit corde, le responderé,sed nos percepimus corde, nos consideramus.Creo que las cualidades humanas, aparte de su dotación musical, merecen más adhesión, que no mera admiración y desde luego nuestros comentarios, tras meditar en silencio,tras el
"percipere corde" sobre todo de quienes tuvisteis más ocasiones de tratarle que yo.
Yo quiero de verdad imitarle en lo que me resta de vida
José Manuel Ruiz Marcos
Agustín, prego, no nos prives de poder compartir contigo esa "sentida elegía". Recuerdo, todavía conmovido, la que escribiste con motivo del asesinato de nuestro compañero Mariano Arroyo. Hay vidas y muertes que son dignas de ser cantadas por los poetas.Me apresuro a darte las gracias en nombre de todos los blogeros (¡qué mal suena esto de "blogero"!) Un abrazo. Rafael
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