lunes, 30 de abril de 2012

Nemesio Otaño: 56º aniversario de su muerte

Murió el padre Otaño el 29 de abril de 1956. Se cumplen, pues, ahora, cincuenta y seis años de su fallecimiento.
Aunque siempre nos quedará la incertidumbre de si, sin que decidieran los superiores enviar a Comillas al padre Otaño, hubiera prosperado la Schola del padre Daniel Sola hasta donde con el correr del tiempo lo hizo, lo cierto es que el nivel y el prestigio que la Schola alcanzó a lo largo de su existencia se deben al impulso, el tesón y la calidad artística de Otaño y del padre Prieto, bajo cuya dirección tantos de vosotros gozasteis de la música.
Sean estas pocas palabras, en el aniversario de su muerte, reconocimiento agradecido de su trabajo. Y para algo más conocer al azcoitiano, vayan aquí los artículos aparecidos en el Tesoro Sacro Musical de marzo-abril de 1957, que estuvo dedicado a su figura.
Como complemento musical, el Venid y vamos todos de 1918.
-Ver artículos citados >>
-Audición de su Venid y vamos todos >>
-Nemesio Otaño: "La gran prueba" (López Calo) >>

Ramón Cubillas


24 comentarios:

  1. Encuentro estas nuevas aportaciones de Ramón tan ricas y enjundiosas como otras anteriores suyas: una extraordinaria fuente de información de primera mano y un verdadero acicate para que nuestra curiosidad se siga haciendo preguntas, aun cuando tal vez esas preguntas ya no tengan respuesta segura. Sabemos, gracias a las cartas que se cruzaron los dos maestros, qué pensaba Otaño de Prieto como compositor. En el artículo escrito por Prieto a la muerte de Otaño, que ahora nos envía Ramón, “parece” que Prieto se dispusiera a hacer un juicio crítico sobre Otaño como músico. Dice: “Ahora una palabra sobre el Padre Otaño, compositor. Aquí es donde la crítica puede y debe entrar imparcial. Yo podría ser juzgado de parcial; posiblemente de atrevido al querer enjuiciar la gran Maestro, de quien ciertamente no recibí lecciones directas, (ojo pues a los que dicen que Prieto fue discípulo de Otaño: no lo fue, que quede claro) pero a quien considero siempre como mi mejor consejero y mentor”. Con este comienzo, uno esperaría que su juicio fuera más allá del reconocimiento de la grandeza y excelencia de su figura de compositor
    Tanto Goicoechea como Iruarrizaga, reconociendo, por supuesto, esta excelencia de sus composiciones, le hicieron alguna sugerencia de mejora. Por ejemplo, Goicoechea enjuiciando su gran Miserere a 6 v.m.; Iruarrízaga , haciéndole observaciones minuciosas a propósito de su Himno a San Pedro Canisio. Claro que un artículo, escrito con motivo de la muerte del P. Otaño, no era el momento más adecuado para entrar a hacer valoraciones muy rigurosas de sus obras. Sin embargo, las palabras que he citado anteriormente parecían indicar que se proponía hacer algo que incluso se podría calificar como “atrevimiento” por su parte. Por otra parte, nadie como él estaba en condiciones de descubrir puntos débiles o mejorables en sus obras, puesto que nadie como él conocía en profundidad la música de Otaño. Yo creo que la admiración de Prieto hacia el que él llama “gran Maestro” fue total, sin fisuras ni reservas mentales y eso fue lo que nos trasmitió y nos hizo ver en todo momento: que sus obras “resisten,,, el más severo examen de la crítica, son obras seguras de sí mismas, de perfecta construcción, ajenas a toda vulgaridad, siempre de gran distinción, aun en el manejo de temas popularizados de escaso interés, que él sabe realzar y trasformar sabiamente, como en la gran “Marcha de San Ignacio de Loyola” Sin duda todo esto obedece en Prieto a esa actitud reverencial y de profunda admiración que confiesa al principio de su artículo. Los interrogantes que quedan flotando en el aire, son por ejemplo, ¿a qué se refería Prieto cuando habla de “las pequeñeces que rodean frecuentemente a los grandes hombres” y a esas “sombras que en tantas ocasiones le rodearon”?. Terreno éste abonado para conjeturas que no empañan. sino que todavía hacen mayor nuestra admiración y aprecio por estos dos grandes Maestros, a quienes tanto debe nuestra experiencia interior de la Música.

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  2. Te preguntas, Manero, acerca de a qué se referiría el padre Prieto cuando habla de esas “sombras que en tantas ocasiones le rodearon”. A ver si las líneas que siguen, que copio de López Calo, «Nemesio Otaño, S. J. Medio siglo de música religiosa en España», págs. 253-254, pueden aclarar algo.

    «Pero toda empresa humana está sujeta a ese ciclo vital de crecimiento-cenit-decadencia, que es ley universal. Y la persona y la ibra del Padre Otaño en Madrid no se escaparon a ese principio, y a partir de aproximadamente 1945 se suceden los sinsabores y las amarguras, que le ocasionaron no pocas horas tristes. Las “sombras”.
    Es verdad que dificultades, resistencias pasivas, reticencias, hasta modos arteros que se acercaban mucho a la clásica zancadilla, las había encontrado ya antes. Son aquellas “artes de torpedeamiento” de que hablaba él, a propósito del decreto de Enseñanzas Artísticas o de reestructuración de los Conservatorios, por parte de quienes temían ver alterado, con la obra del padre Otaño, su modus vivendi, cuando no sus intereses creados. Pero con esto ya contaba él y contra eso sabía luchar con eficacia. Pero a pàrtir de 1944-45 las manifestaciones de hastío, de despego de todo aquello se suceden cada vez más frecuentes y cada vez más intensas en muchas de sus cartas. Véanse, como muestra, estos párrafos de dos de ellas, ambas de 1945:
    “Ya estoy deseando distanciarme de un ambiente tan asqueroso. Pero no presentaré, en lo que de mí dependa, la dimisión, si los Superiores no me la exigen, porque sería tirar el Conservatorio al arroyo, ahora que he conseguido, a fuerza de muchísimos sudores, ponerlo en alto. Veo clarísimo el juego. Aunque agazapados, ahí están los que proceden de la Institución Libre, en plan sectario, deseando apoderarse de los resortes, aquí como en otros sitios. La guerra se hace ya en la superficie y no seré yo quien abandome mis trincheras. Si me desplazan, me iré a casa, orgulloso de haber cumplido con mi deber” (al Padre José Ignacio Prieto, 1 de febrero).
    “Todavía no siento fatiga alguna mental; siento la física, provocada por esa vida de movimiento, de tiquis-miquis y de compromisos inevitables, que detesto. Estoy hastiado de ellas, ante todo porque no puedo hacer lo que quiero y deseo, por falta de ayudas económicas y de colaboraciones, y porque me parece que estoy perdiendo un tiempo precioso para mi labor personal, acaso más interesante en orden a promover el arte religioso, que es mi campo de acción indiscutible. […] El ambiente va cargándose cada vez más. Los ánimos están inquietos. […] Me aterra tener que limitarme a la burocracia de mi cargo. Esto no es para mí, que soy vita in motu y en ación (a don José Artero, 9 de octubre)”».

    Ramón Cubillas

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  3. Más adelante, en la página 263, copia López Calo fragmentos de una carta, fecha de 9 de mayo de 1950, dirigida al padre Ramón Bidagor. En ella se expresa Otaño como sigue:

    “Explícame tú, que tanto sabes, por qué Dios N. S., que me apartó de la música sagrada, permitiendo la ofuscación colectiva de los que entonces me regían, me ha colocado después al frente de la música profana, conservándome vivos y puros, para martirio mío, mis sentimientos de artista religioso cien por cien, que aquí para nada me sirven ad extra. Ahora no encuentro ningún obstáculo. Tirios y troyanos creen en mi elemento [sic] y me conceden con toda amplitud la beligerancia que antes me negaron. Mi obra mejor, de suyo, la de Comillas, de la que me separaron en el año 19, al cabo de 30 años la proclaman casi monumental e insustituible. Son muchísimas las cosas que me han ocurrido, para las que nunca encontraré explicación satisfactoria”.

    Una sombra más bien puede constituir la abierta oposición del padre Ledóchowsky, cuando era general allá por el 22, a que se trasladara el padre Otaño a Madrid. De hecho, el epígrafe que a este episodio dedica el libro que hojeo y que lleva por título «La gran prueba» está incluido en el capítulo V: Años de pruebas, 1919-1936. Así escribía el general al provincial de Castilla en carta de 20 de enero de 1922:

    “De ninguna manera se le puede permitir establecerse en Madrid; más aún, no se le debe permitir un simple viaje a Madrid sin causa gravísima […]. Pues temo vehementemente que si a este Padre, que tiene necesidad de una gran vigilancia de parte de sus Superiores y de la protección que brinda la casa religiosa, se le concede mayor libertad de acción y de viajar, seamos culpable de algún tristísimo evento, que sea causa de deshonor y aun de infamia para esa Provincia y aun para toda la Compañía de España”.

    Bueno, pienso que con lo copiado puede ser suficiente. ¿Pensaría en estas cosas el padre Prieto cuando hablaba de las «sombras»?
    Ramón Cubillas

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  4. "¡Ostras, Pedrín!": lo de Ledóchowsky-General me ha dejado de piedra, y el caudal de tu erudición sobre los temas que abordas me tiene lleno de asombro. Mil gracias, Ramón.

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  5. Muy injustamente me halagas, Manero, con eso de la “erudición”. Disponer de algo de tiempo y de unos pocos libros que hojear, y copiar un par de páginas no hará de nadie un erudito. Con todo, gracias por tu amabilidad.
    Ramón

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  6. Xabier S. Erauskin3 de mayo de 2012, 12:31

    He podido leer de cabo a rabo lo de Otaño, que Ramón, muy acertadamente, ha sabido rescatar del Tesoro Sacro Musical para placer de uno y, espero, de muchos. Con la minuciosa biografía de V. Larrañaga como columna vertebral y la aportaciones de Manzárraga, Massana, Artero, Massó, Baldelló y el propio Prieto, se compone un vivo perfil musical de Otaño. Se dibuja, entre otros, la admiración del mismo por su maestro Goicoechea o su entusiasmo por el joven y malogrado Iruarrizaga. A la vez su relación con los grandes maestros catalanes Pedrell, Granados, Millet o Lamote de Grignon.. Me ha encantado el pequeño y lúcido estudio de Enrique Massó sobre la modernidad del compositor. También, enterarme de que nuestro “Cantántibus organis” de Santa Cecilia lo escribió en tres horas, o que se identifica con Strawinski o Schonberg y no le cae demasiado bien Debussy en una reflexión no exenta de evidente machismo “”a mi no me va esa perfumeria de tocador femenino, por muy elegante y refinado que sea. Pertenezco al género masculino, y no me gustan inversiones en el acorde humano”…
    En cuanto a las sombras en el perfil de Otaño, Ramón lo apunta, parece que van por otros caminos que los puramente musicales (aparte de su frustración por no conseguir su sueño de una Escuela Superior de Música Sacra).. Muchos de esas sombras, pienso, proceden de su última etapa “gloriosa” de cargos y condecoraciones que se inician con los toques militares de marchas en el año 37. De hecho no es ésta su etapa musical mas profunda y notable…
    Xabier S. Erauskin

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  7. Por añadidura, aquí os dejo un autorretrato del padre Otaño. Se trata de una composición que, según él mismo declaró, compuso en el curso 1899-1900. Nos ha llegado en dos versiones: una, la original, a través del padre Larrañaga, quien la introdujo en su “Ensayo biográfico”; otra, gracias al texto del discurso que pronunció en agradecimiento al homenaje que le rindieron el Ayuntamiento y el pueblo de Azcoitia allá por diciembre del 41. Ambas las recoge el padre López Calo, en apéndice, en el libro ya citado. Y como no tiene desperdicio el juicio de este jesuita acerca de los versos de Otaño, aquí va en primer lugar.
    Escribe López Calo (pág. 24):
    «De esta época hay un documento que es importante para conocer el carácter de Otaño: una poesía que […] dentro de su ingenuidad y hasta casi vanidad juvenil, demuestra una personalidad tan fuerte, que se hace poco menos que inverosímil por las circunstancias. En efecto: es casi inconcebible que un joven jesuita, de unos 17-18 años, en un momento de su formación en que se exigía a los jóvenes una obediencia ciega, absoluta –¡incluso en mis tiempos, cuánto más en los de Otaño…!, que, en más de un sentido, y por muy extraño, y hasta negativo, que hoy pueda parecer, pero que, en realidad, y desde un punto de vista estrictamente pedagógico y de formación personal era (lo puedo asegurar por propia experiencia) sumamente positivo y eficaz–, uno se atreviera a expresar, con la decisión y seguridade con que él lo hace, sus propias ideas y su modo de ser. Y el título mismo, “¡Yo soy así!”, es algo que casi no se concibe ni se comprende».

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  8. Y, ahora, la poesía.

    «Yo soy así. Así fui desde niño,
    que anteponía al cariño
    los trinos de mi canario
    y el bullicioso son del campanario.

    Yo soy así. Lo fui desde joven,
    que prefería a Beethoven
    gustar a mis soledades,
    primero que pensar en mocedades.

    En mi cuarto de juego sólo tenía
    lo que más me divertía:
    un piano, pitos, tambores,
    canarios, jilgueros, ruiseñores.

    Despertaba cantando a voz en grito
    la pereza de Pepito;
    y si Ricardo roncaba
    le hacía contrapunto a la octava.

    En el coro gustaba ser salmista,
    tiple, contralto y organista;
    siempre fue para mí el canto
    del templo lo más grande y lo más santo.

    Me siento así: tal vez un elegido
    artífice para el sonido.
    ¿Acaso Dios un don concede
    para que dentro sofocado se quede?

    Pues si así soy, así seguir intento,
    fijo en Dios mi pensamiento:
    que el que me concedió el esse,
    el posse me dará, pese a quien pese».

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  9. José Luis Palacios4 de mayo de 2012, 11:22

    Hola a todos:
    Intenté enviar ayer un mensaje, pero creo que no llegó.
    Pues decía que hace dos días precisamente he sido invitado a participar en Vilnius (Lituania) en un Congreso sobre "Müsica y resistencia"; me pedían que hablara sobre música y franquismo. Y se me ocurrió hablar sobre Otaño, por los puestos tan relevantes y comprometidos que desempeñó durante los primeros años del franquismo.
    En el abstract que a toda prisa envié ayer precisamente, anunciaba lo que luego pretendo estudiar con más detenimiento:
    "Una de las características del franquismo fue el denominado nacional-catolicismo, lo que supuso el contrapunto a las dictaduras “ateas” de los países del bloque soviético.
    Así pues, la Iglesia Católica ejerció una enorme influencia, por supuesto en la vida religiosa, pero también en la vida civi y militar durante dicho período.
    Y aquí es donde cobra importancia la figura del jesuita Nemesio Otaño (1880-1956), un hombre que intentó combinar su rol de músico de Iglesia –firme partidario del Motu Proprio—con las responsabilidades civiles que los cargos que ocupó llevaron aparejadas.
    Discípulo de Pedrell, es un enamorado de la música nacionalista de Falla, Albéniz y Granados.
    Sabido es que cada nación hace su música, y que la música contribuye de forma eficaz a la construcción de la identidad nacional.
    Otaño fue muy consciente del valor de la música nacional como instrumento propagandístico y unificador en una época en la que el Régimen necesitaba legitimarse nacional e internacionalmente.
    Fundador en 1910 de la Schola Cantorum de la Universidad Pontificia de Comillas, compositor, escritor, conferenciante, trabaja desde 1939 como encargado de los servicios musicales de Radio Nacional de España.
    En 1940 es nombrado director del Conservatorio de Música de Madrid, presidente de la Orquesta Filarmónica, Comisario general de música, Inspector general de los conservatorios de España y Director de la Revista Ritmo.
    Desde dichos puestos, bien por acción u omisión, para bien o para mal, ejerció un decisivo control de la música y los músicos españoles durante los primeros años del franquismo".

    Y yo me pregunto: ¿serían éstas las sombras de las que hablan nuestros interlocutores?'

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  10. No creo que Prieto considerara "sombra" la actitud de Otaño ante el Régimen de Franco. Al fin y al cabo todos los que entonces se sintieron perseguidos (recordad el mural junto a la sacristía de la iglesia con los nombres de padres y seminaristas que fueron arrojados al mar en el faro de Santander) apoyaron sin reservas la causa de Franco. Prieto fue capellán de requetés y conservaba la boina roja como un precioso recuerdo . Yo la vi. En este sentido fuimos catequizados con la lectura de unas Historias de la "Cruzada", transidas de un auténtico delirio patriótico-religioso (“Aire, tierra y mar” por García Mercadal, nos leían en el comedor de Gramática). El Hermano Castillo, el bondadoso enfermero, muy querido por todos nosotros, que suplió con sus cuidados la ausencia de nuestras madres, tenía en la enfermería todo un friso con fotografías de la plana mayor de Franco, que el subconsciente fue asociando con el tiempo a los dolores de muelas. Cuando, años más tarde, descubrimos que las gafas que nos habían puesto, para ver aquella tragedia, tenían cristales de culo de vaso para miopes, un dolor íntimo se nos coló en las entretelas del alma. El que nuestros formadores llevaran puestas esas mismas gafas deformantes y sufrieran idéntica miopía, no justifica aquel error. Pero yo al menos no me siento capaz de, a toro pasado, presumir de agudeza visual. Las cosas fueron así, y por eso tenemos que conocer, aunque nos duela, ese aspecto de la infatigable actividad de Otaño, tan vinculado, no sólo al Nacional Catolicismo, sino personalmente al mismo Franco. Ya que andas metido en ello, José Luis, te digo que tengo una publicación fechada en Burgos, 1939, titulada “Toques de Guerra del Ejército Español, a cargo y con un prólogo de realizaciones armónicas del R.P. N. Otaño S.J.”, que levantan la boina, y leídos hoy, prólogo y armonizaciones con sus inefables letras, ponen los pelos de punta. Pero así fueron las cosas. Si quieres te lo escaneo.

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  11. Xabier S. Erauskin4 de mayo de 2012, 19:02

    Yo también me refería a esas sombras que apunta José Luis Palacios. No quise desplegarlas porque muchos saben de qué pié cojeo. Mi tesis doctoral de Historia con Tuñón de Lara y Pedro Ibarra fue “El Nacionalcatolicismo en las Vascongadas, clave del intento de legitimación de un Régimen”. Pero dejo a un lado el tema.
    Me interesa más, a la hora de conocer a Otaño, los porqués de la desconfianza del General Ledokowsky hacia él, treinta años antes. ¿Sería, tal vez, por esas dotes de mando y personalismo que explotarían en el franquismo con la bendición de la Jerarquía?
    En todo caso, todo ello no tiene que ver con su música.. o tal vez sí. Porque también sugería, desde mi ignorancia, que en esa fase “gloriosa” de cargos y medallas no se encuentran los mas grandes logros de su inspiración musical. Espero que nuestros especialistas nos saquen de dudas y estén al quite.
    Xabier Sánchez Erauskin

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  12. El misterio de los misterios es que el Arte con toda su sublimidad no nos hace mejores, ni cambia nuestros criterios, ni hace plausible nuestra cojitranca visión de las cosas. Y tampoco es verdad que, a la inversa, una época que nos resulta especialmente criticable en la vida de un compositor tenga forzosamente que estar privada de creaciones que toquen las cimas de lo admirable. En el caso de Otaño, su grandioso “Tota pulchra” fue compuesto en la última etapa de su vida: dos meses antes de su muerte tuvo en sus manos, recién impresa, la que él consideraba su “mejor obra moderna”, según nos cuenta el P. Larrañaga en el prólogo al 1º Cuaderno de sus Obras Completas. Para que podamos seguir con la partitura el fino estudio que de esta obra hace Enrique Massó, y que a ti, Xabier, tanto te ha gustado, la he escaneado esta misma tarde y se la he enviado a Alejandro.

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  13. Mientras sigo con el libro de López Calo en las manos tratando de dar alguna luz a estas «sombras» en que nos ha metido el padre Prieto, vaya, para seguir la partitura del «Tota pulchra» que Manero envía a Alejandro, la interpretación que de esta composición hace el Coro Cervantes, de la cual hago envío al de Ruiloba.

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  14. Pues si entráis en la página Música y músicos comilleses de nuestra web, veréis y oiréis.... (que ya están vuestros envíos en la nube).
    También he enlazado, de los estudios publicados sobre Otaño (hablo de los escritos de Massó)en concreto la que dedica al Tota pulchra, siguiendo la sugerencia de Manero ("Entre los documentos que ha enviado Ramón hay un análisis muy fino y detallado del Tota pulchra de Otaño hecho por Enrique Massó...")

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  15. José Luis, creo que cuando te invitan a participar en Lituania en un Congreso sobre "Música y resistencia" en el franquismo lo que quieren es que hables de los músicos que se opusieron al franquismo porque la única "resistencia" de Otaño creo que era la que tenía para calentarse el agua del café.En esa línea sería interesante, por ejemplo, analizar la postura ante Franco de Pau Casals, Pablo Sorozábal, la ambigua postura de Manuel de Fallay su enigmático exilio en 1939... y sobre todo el papel de los cantautores, desde la "nova canço catalana"(Pi de la Serra, Guillermina Motta, Joan Manuel Serrat, María del Mar Bonet,Lluis Llach,etc.),el valenciano Raimon ("al vent")Víctor Manuel, Aute,Paco Ibánez...Todavía recuerdo el último concierto en 1969, antes de irse a París, en los aledaños del Teatro Real donde a la salida fuimos en manifestación hasta la Gran Vía donde los grises nos dieron hasta en el carnet de identidad.
    De todas formas, José Luis, cada vez admiro más tu poca pereza para seguir viajando como si tuvieras 20 años, ahora a Lituania, luego a China, después a México, Ecuador...¡que sigas así por muchos años!

    6 de mayo de 2012 18:55

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  16. Muy oportuna y pertinente tu observación, Lino. Desde el punto de vista del "sentir popular" fueron mucho más importantes las músicas que citas, que todos los toques de guerra del ejércitgo español, recogidos en la publicación de Otaño. Un saludo muy ccrdial. Rafael

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  17. José Luis Palacios7 de mayo de 2012, 8:40

    Gracias Rafa, gracias Xavier, gracias Ramón, gracias Lino por vuestros sesudos e ilustrativos comentarios.
    Por supuesto que quiero, amigo Rafa, que me escanees los “Toques de guerra…”. Abundando en más de lo mismo, también es interesante su artículo “El himno nacional y la música militar” escrito en Ritmo en 1940 (en plena guerra mundial), donde dice cosas como las que siguen:
    “La música propiamente militar, sobre todo en las marchas,
    es un elemento psicológico de tan altísimo valor, que - puede decirse
    sin exageración-, de ella depende en gran parte el espíritu informador
    guerrero de un pueblo. Apelo, para abreviar, a la nación alemana”.
    En cuanto a su criterio musical referente a la música en la radio, también es igualmente discutible; afirma que
    “todas esas musiquillas vilísimas y esas canciones evidentemente indecorosas [entre otras, el Jazz: ... “hacer el indio al compás de esas exóticas danzas de negros, producto de las selvas americanas”] deben eliminarse sin compasión, con la severa intervención de las autoridades civiles y eclesiásticas, si es preciso, porque se trata de una mala propaganda, tanto más funesta cuanto más sutil es y persistente”.
    Visto lo visto y conociendo el peso de Otaño, uno puede hacerse una idea de a qué directrices se ajustaban las retransmisiones musicales de Radio Nacional de España durante los años del primer franquismo.
    Y es verdad, amigo Lino, que bien podría haber hablado de Casals, Sorozábal, Serrat, Llach y nuestro admirado Paco Ibáñez. Ellos son los que se opusieron.
    Pero entonces no habría hablado de la ideología musical del Régimen, de los que la “construyeron” desde dentro; no habría podido hablar de Otaño ni, por extensión, de nuestra Schola. No estaríamos hablando del tema en esta página. Y gracias por tus deseos, y más viniendo de ti, que "te regalan un crucero y te hacen un desgraciao".
    (continúa en comentario siguiente)

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  18. José Luis Palacios7 de mayo de 2012, 8:42

    (viene del comentario anterior)
    ...Y, para finalizar este ya largo discurso, y quitar algo de hierro al tema, permitidme adjuntaros una noticia más reciente que viene al caso y que acabo de leer esta tarde en mis apuntes para los exámenes de La Rioja, en la asignatura Organización y Gestión, hablando sobre la propiedad intelectual: Una Sentencia insólita sobre un caso igualmente insólito e irrepetible:

    “Sentencia del Tribunal Supremo de 30 de octubre de 1995. Fuente: Repertorio Jurídico Aranzadi; RJ 1995\7653.
    El Padre Nemesio Otaño, jesuita, fue un conocido compositor de música fundamentalmente religiosa, aunque también de obras más populares enraizadas con su tierra natal, el País Vasco.
    La gestión patrimonial de los derechos de propiedad intelectual que el Padre Otaño tenía sobre sus obras correspondía a la SGAE.
    Mientras que el Padre Otaño vivió, y seguramente comoconsecuencia de sus votos religiosos (en particular el de pobreza), o por alguna orden expresao tácita que en tal sentido tuviera dada a la SGAE, lo cierto es que los rendimientos económicos producidos por su obra no los pagaba la SGAE al autor, sino a la Compañía de Jesús, a la que el Padre Otaño, como jesuita que era, pertenecía.
    Fallecido el Padre Otaño (en 1956), que murió sin otorgar testamento, la SGAE continuó procediendo del mismo modo, es decir, pagando los derechos de autor a la Compañía de Jesús. Un buen día, muchos años después del fallecimiento del Padre Otaño, unos sobrinos suyos tuvieron conocimiento, de manera absolutamente casual y azarosa (según parece, ¡a través de una noticia periodística!) de que la SGAE continuaba liquidando unos sustanciosos derechos a la Compañía de Jesús y de que su tío había fallecido sin testamento, por lo que, en aplicación de las normas del Código Civil para este tipo de casos, ellos eran los herederos del autor.
    Ni cortos ni perezosos, interpusieron una demanda contra la SGAE en la que, alegando su condición de herederos legítimos del Padre Otaño, solicitaron no sólo que, en lo sucesivo, los derechos de autor se les pagaran a ellos, y no a la Compañía de Jesús -así, de hecho, lo vino haciendo la SGAE desde que advirtió la existencia de tales herederos-, sino que, además, la SGAE les abonara todos los derechos de autor devengados desde la muerte del autor, pues era a ellos -y no a la Compañía de Jesús- a quienes, en su condición de herederos del Padre Otaño, correspondían esas cantidades.
    Después de diversas vicisitudes procesales que no vienen ahora al caso, el asunto llegó al Tribunal Supremo, que emitió un pronunciamiento sustancialmente favorable a las
    pretensiones de los herederos. La SGAE, en consecuencia, fue condenada a pagar a tales
    herederos las cantidades que, desde 1956 (fecha de fallecimiento del autor), ella había
    indebidamente abonado a la Compañía de Jesús. En trámite de ejecución de sentencia esa cantidad quedó fijada en torno a los ¡161.500.000 de pesetas (un millón de euros)! Un apetitoso pellizco para quienes ni siquiera supieron, hasta treinta años después de la muerte del Padre Otaño, que eran herederos suyos”.

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  19. El caso es que siguen llegando (para sorpresa de propios y extraños?) nuevas aportaciones a este apasionado tema. Y, como ya he comentado en anteriores ocasiones, entre bambalinas, circulan cartas y documentos ampliando. En esta ocasión, Ramón nos envía, a Xabier Erauskin y a mí, un nuevo capítulo que sin duda resultará de interés para todos. Lo he añadido al pié de la entrada con el nombre de "La gran prueba". Entre "generales" anda la cosa. ¿Será el espíritu guerrero del Padre Ignacio?
    Luego me ha escrito Erauskin (aunque ya en privado...). Continuará?
    Por cierto, enhorabuena José Luis por tu entrada en la "melé" y gracias por esas aportaciones tan valiosas.

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  20. José Luis, con mucha alegría te dije eso de "te lo escaneo". Ahora veo que, dado el sistema de envío que usé para aquellas obras de Otaño que me pediste, tendría que emplear innumerables correos. Si te parece, te escaneo el Prólogo con unas "Breves notas históricas y críticas" firmadas por Otaño y el índice. Por cierto que en el apéndice figuran unos toques de trompeta, verdaderamente estremecedores por su significado: se titulan "A degüello" ¡Qué cosas!

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  21. JoséMa Ruiz Marcos8 de mayo de 2012, 13:40

    Me he inclinado reverente ante el Padre Otaño, no sólo como músico sino ya como religioso, al leer “La gran prueba” contada por López Calo. (Conocí a L.Calo cuando éramos ambos filósofos en Comillas, él jesuita. Era ya todo un amante de nuestra Schola, no se perdía concierto y asistía a los ensayos generales. Después se convertiría en la gran autoridad musical sobre música sagrada en España. En “El eco de aquellas voces”, página 323 y muchas siguientes, es citado su aporte conmovedor y altamente informativo sobre la Schola y su triste final )

    Tuve yo una vida corta en la Compañía, sin llegar a la incorporación que se hace efectiva únicamente con los últimos votos y por eso puedo hoy valorar el hecho de la perfecta obediencia religiosa de Nemesio Otaño. Veinte años después de sus andanzas con el General Ledochowski, viví yo en la Orden la interpretación a la letra y rigurosa de las Reglas de Ignacio de Loyola, prácticamente aún tal y como las pudo vivir Otaño.Mi caso fue mucho más sencillo, y si lo cuento es sólo para que entendáis mejor la personalidad de Otaño.

    Tuve en Cuba, como maestrillo en la Habana, un pequeño vómito de sangre, el especialista me declaró tuberculoso y altamente contagioso. Por él lo supo el hermano enfermero, que me acompañaba, y me lo comunicó. Cuando se lo conté a mi Padre Rector y al mismo tiempo Maestro de Novicios, para que me permitiera separarme de la comunidad, me citó la regla ignaciana de que “el cuidado de la salud se entregue completamente al Superior”. Según su interpretación, yo no tenía derecho ni a saber siquiera que estaba enfermo, mientras él como Superior no me lo comunicara "oficialmente". Seguí dando clases, asistiendo al comedor y a los recreos, y hasta dirigiendo el Coro del Noviciado-Juniorado. Con el comunicado oficial, tres días después, pasé a la enfermería y al tratamiento que duró tres meses. Me afectaba una Regla de las Constituciones, para Otaño fue otra,la número 45, que se refiere a “los negocios seglares” No tanto como él, pero a mis 21 años me sentí camino de la perfección, nada menos.

    Hoy comprendí mejor la virtud y el temple de carácter de Otaño al leer a José López Calo y descubrí el valor religioso de su persona. Seguro que esa faceta de su ser total intervino en el temple de energía y sensibilidad a gran altura de sus composiciones musicales.

    José Manuel Ruiz Marcos

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  22. Xabier S. Erauskin9 de mayo de 2012, 14:13

    Aunque esto es parte de una carta que escribía personalmente a Ramón cuando me llegó el texto de Calo sobre la "gran prueba" de Otaño lo incluyo aquí para redondear los números y con un saludo muy especial a Rumarcos;
    Ese extracto de Lopez Calo no tiene desperdicio. Es impresionante.. Es el punto final de unas "sombras", ahora despejadas. De ellas sale definitivamente reforzada la figura humana y religiosa de Otaño, con su silencio casi heroico en el marco de la "obediencia cadavérica" ignaciana. Aparece, en cambio, el peor perfil de un Ledochowsky reverenciado y crecido desde su altura de grandísimo General junto al empleo de vergonzantes métodos stalinistas. Había que silenciar y ocultar. Y la Compañía los ocultó. La quema de las cartas mentadas por el Padre Eguillor son pruebas contundentes de unas sombras camufladas en nubarrones de silencio. Por encima, sin embargo, se eleva la figura de Otaño. Para mi es el descubrimiento de una persona nueva y distinta. Músico admirable siempre, no era capaz de apartar las otras "sombras", las de su entrega al mas intransigente nacionalcatolicismo de los años de plomo. Por todo ello te agradezco que me hayas hecho conocer la mejor cara de Otaño. Creo que merece la pena que todos conozcamos este episodio tan significativo por mas que se caigan peldaños del pedestal de aquel sacralizado en vida "Papa Negro".

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  23. Había ya leído y releído este olisqueador que suscribe el comentario de Josema cuando ahora, animado por el que en la última entrada ha dejado Alejandro, lo ha vuelto a leer.
    Ciertamente la talla de Otaño, grande como músico pero que nos había parecido en alguna ocasión demasiado severo, vanidoso y seguro de sí, se había ampliado al conocer su actitud como religioso en el asunto con Ledóchowsky y someterse en todo al dictamen del general, quien parece no le conocía tan bien como creía a pesar de sus oraciones. Y al poner Josema, al lado del de Otaño, su «affaire» particular durante su estancia en Cuba nos deja ver con claridad la esencia de esa obediencia ciega al superior que uno y otro, en momentos claves de su vida, mostraron: la santidad-perfección a la que lleva o, si lo preferís, la elevación espiritual a la que uno se siente transportado. Y esto a pesar de la reticencia que late en ese «nada menos» que escribe el amigo Josema.
    Otra cosa. Cuando copié en comentario el poemita de Otaño junto con lo que escribía López Calo en la página 24 de su libro y, más tarde, envié para su publicación el epígrafe «La gran prueba», pensé que todo ello no tenía desperdicio, fundamentalmente en varios sentidos: Para tener una idea más cabal de la personalidad del azcoitiano e ir disipando las «sombras», para conocer de cerca a los otros personajes de esas sombras y reconocer los extremos a que se puede llegar cuando el hombre se siente revestido sacramentalmente de autoridad, y para enjuiciar el valor de la obediencia –Calo dejaba muy clara su posición al respecto– en la educación jesuítica. Y por este último aspecto esperaba yo que saliera más bien Josema, como encontrando expedito el camino, la tierra arada y abonada, para lo que me parece su verdadera pasión en el blog: la valoración de la vida y principios de la Cardosa desde la experiencia personal. Pero debía de estar el decano bajo de forma y no ha sido de este modo, aunque, eso sí, contamos con esa expresiva adjetivación –Erauskin maneja bien el adjetivo– de «cadavérica».
    Ramón Cubillas

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  24. Yo creo que, pasado algún tiempo, todavía nos daremos una vuelta por este rincón del blog a ver si ha habido nuevas aportaciones. ¡23 comentarios!. Y es que la poderosa personalidad de Otaño nos ha tenido en un continuo desasosiego, tratando de corregir los rasgos que nuestra mente iba trazando, al intentar retratarlo, a medida que Ramón nos iba proporcionando documentos. Desde aquella representación de la feria de las vanidades, fotos de Prieto y Otaño, que nos atrevimos a interpretar más bien en términos plásticos, hasta ese gesto de desvalimiento supremo que se trasluce en sus palabras, cuando después de la Gran Renuncia, llega a decir que él “podría seguir componiendo en su cuarto”: ¡ese volcán en erupción permanente, podría conservar bajo la ceniza de la soledad del cuarto un rescoldo de su fuego interior!. Y todo, dicho y hecho, con una naturalidad, con una grandeza de ánimo, acorde en todo momento con esa oración ignaciana, estremecedora donde las haya, del “Suscipe, Domine, universam meam libertatem...” ¿Del Padre General qué decir? Pues que tomaba sus decisiones “después de haberlo pensado bien y de haberlo meditado en la presencia de Dios” y que veía claramente las cosas “el ver claramente que Dios no bendice estos trabajos”¡esa visión clara y distinta de la Voluntad de Dios que se manifiesta a través de la Propia Voluntad Generalicia!. Pero en fin, dejémoslo aquí, ya que, si seguimos, el mismo Otaño nos mandaría callar: –Usted se calla, porque de esto no sabe nada –nos diría- Y, naturalmente, viendo las cosas “sub specie aeternitatis” ...(-Que es como hay que mirarlas...-Un magnífico punto de vista, no cabe duda). Pero ya el Padre Otaño en toda la eternidad no tendrá tiempo de hacer y componer todo lo que hubiera emprendido y compuesto sin las prohibiciones generalicias, mientras estuvo en carne mortal. ¡Qué coloso este Padre Otaño!

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