VIDA Y MILAGROS DE UN MÚSICO, BILBAINO Y TUDELANO A PARTES CASI IGUALES
sentados a la mesa para la colación:
aprestad las orejas y abrid el corazón
a esta historia que quiero contaros de un tirón.
La diré por sus pasos, sin prisa ni carrera,
para que se conozca, porque es muy verdadera,y no hay en ella cosa ni falsa ni embustera,
comenzando por ésta, de todas la primera:
Nació Natxo Fernández a orillas del Nervión,
Cuando la madrugada tocaba en el balcón,se oyó su voz, acorde ya con el diapasón,
y hubo gran regocijo por este hijo varón.
Puso en la
Escolanía de Begoña su meta
de calidad muy alta y de rigor muy prieta.La música forjó su calidad de esteta,
y mucho lo apreció Víctor Zubizarreta.
De allí pasó a Comillas, donde descubriría
las más puras esencias de la polifonía.Entre tiples solistas destacó su valía
y demostró con creces las dotes que tenía.
De su maestro quiso aprender el secreto
de dirigir las voces con ademán escueto.Soñó con la batuta, y se propuso un reto:
que en su gesto siguiera viviendo el Padre Prieto.
Andando por el mundo dio con su cuerpo en Zalla,
y entonces se propuso emprender la batalla,fundando un coro mixto, dispuesto a dar la talla
en justas y concursos que ganaron sin falla.…
Las flechas de Cupido trajéronlo a Tudela,
que en achaques de amor el que no corre vuela.Le esperaba la música con el Coro y Escuela
de Joaquín Gaztambide pidiendo su tutela.
La tarea en conciertos fue intensa. La Novena
de Santa Ana lució con una orquesta plena,con un nutrido coro, con una justa y buena
interpretación; todo, con más gloria que pena.
Y en estas, de repente, estalló la tormenta,
la división del coro en dos bandos: la afrenta.Gaztambide y Remacha cayeron en la cuenta
de que el grupo más chico jamás se puso en venta.
Desterrados, al Carmen fuéronse a refugiar.
Los Padres Filipenses les brindaron su hogar.Su generosa ayuda les permitió ensayar
honda polifonía y folklore popular.
Con la “Lamenta, tío”, “Tripilín” la Tirana ,
El “Córtame”… ¡el aliento, que no otra cosa sana!,los “hombres y tenores” sacaron voz ufana,
segundas y primeras fueron pluma liviana.
El tono se nos daba con el “chintofanillo”.
El frío se templaba con la estufa, un poquillo...Alguna merendola fue el modo más sencillo
de celebrar momentos de intensidad y brillo.
Dibujando en el aire unos tirabuzones,
para marcar sin dudas las mil repeticiones,Natxo nos ha enseñado a sentir emociones
que se han grabado a fuego en nuestros corazones.
Gracias por tantos años de continuo bregar.
Aquí acaba la historia que os quería contar.¡Que la música siga haciéndonos soñar,
mientras siga la vida fluyendo hacia la mar!
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