Lo llamábamos familiarmente "La portería", ahora se llama "el Vestíbulo". Como un grupo de mendicantes van a cantar allí los restos de nuestra Schola Cantorum. Sin haberlo premeditado nadie, se ha escogido el lugar más adecuado para el ritual de despedida.
"Attollite portas"? No os van a dejar cantar en el Paraninfo, ni habrá acceso a la sala de música, apenas treinta metros a la izquierda. Será, se me antoja, el canon de la nostalgia, que alguien ha
definido como " dolor por una pérdida irremediable". Cantad, cantad! No cantaréis en la portería, sino ya en el Vestíbulo, y más allá, en lo restaurado, no vais a entrar porque allí es todavía más claro que
nuestro Comillas se fue, se acabó.
Pero esto no es toda la verdad. Existe, en el campus de la Universidad Comillas de Canto Blanco en Madrid , y le acaban de cambiar el Rector jesuita, el "Seminario Pontificio de Comillas", más conocido como Colegio Mayor Comillas. Parece ser la vivienda comunitaria de 25
seminaristas, aspirantes como nosotros entonces al sacerdocio, con destino a las diócesis de España e Hispanoamérica y algunos sacerdotes que aspiran a grados en las facultades eclesiásticas. Como sólo son 25 los seminaristas y no hay voces blancas, no podrá seguir allí la tradición de la Schola, tal vez cultiven el gregoriano para sus actos litúrgicos (ampliar información >> ).
Os deseo contento y calor en el encuentro. Me hice la ilusión de poder asistir, pero un tropiezo de salud me lo ha impedido, ya voy mejor pero no me atreví a salir de casa. Os abraza cordialmente
José Manuel Ruiz Marcos
jueves, 15 de septiembre de 2011
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La portería, testigo del abrazo a la madre, con su centralita, el paraninfo de las celebraciones cecilianas, la capilla doméstica en penumbra, la sala de música, los tránsitos, la iglesia con sus bancos donde quedaban «bien apretados» Alonso y Marcos, las camarillas… De todo ello, ciertamente, no resta nada más que lo que cada uno llevamos en nuestro recuerdo, impreso en nuestra alma, pues, en definitiva, lo pasado, que fue, no es ahora sino como lo recordamos.
ResponderEliminarY el nombre de las cosas. Con él las aprehendemos, las hacemos nuestras, las señoreamos. Para mí, para nosotros, es cierto, por más que hoy, igual que ayer, se hable de vestíbulo o de salón de actos, éstos jamás existirán. Nuestros no son éstos, nuestros son, fueron, serán siempre la portería y el paraninfo, que vagarán en nuestro recuerdo. Y esto nadie nos lo arrebatará si no es la sepultura. Por eso, al «¡Cantad, cantad!» de Josema, yo añado «¡Cantad con júbilo!», con el mismo júbilo marcial y triunfal del salmo 23.
Ramón Cubillas
Gracias, Ramón, por tu tan sentido comentario.En la portería vi por última vez en pie a mi madre, que me visitó por las navidades de 1941, luego la encontré, el siguiente Octubre, ya en la cama en Asturias, ocho días antes de morir.Haces alusión a pasajes de mi novela por lo que veo la has leido con interés y emoción interna.Entonces es cuando uno se alegra de haberla escrito.
ResponderEliminarLo que va a quedar de Comillas(para nosotros "Comillas" así sin más, será siempre el Seminario) va a ser algo mejor que las ruinas. Lo que para nosotros será siempre sagrado es el lugar. A él acudiremos y en torno al edificio, tal vez sin querer entrar para no morir de la pena, enlazaremos nuestros recuerdos y nuestras saudades.Y el ritual de despedida del día de hoy tendrá la gravedad y la dignidad en la que ahora, en la mañana del sábado,quiero acompañaros,con júbilo como dices, si bien algo atenuado.
José Manuel Ruiz Marcos