Última hora: publicado ya el plan de octubre, siguen llegando nuevas colaboraciones.
Xabier Erauskin promete escribir sobre la mascota de su curso (le ha debido provocar el
escrito de Lino en el blog de Los del 60). Y Ramón Cubillas (no para este chico!) envía la
narración de los festivales diamantinos. O sea, las celebraciones de 1967. Además lo
acompaña con una carta en la que aparca su oficio documentalista y se pasa,
directamente, al pastizal de la nostalgia.
viernes, 30 de septiembre de 2011
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"el pastizal de la nostalgia" ¡Qué bien dicho está eso, Alejandro! ¿Acaso hay algún pasto más sabroso que ése? "ite domum saturae, venit Hesperus, ite, capellae" ¡Ay, cabrillas! ¡Y más cuando amenaza el Hesperus con su llegada, siempre intempestiva! "solet esse gravis cantantibus umbra" Un saludo. Rafael.
ResponderEliminarAlejandro y Ramón Cubillas deben de estar pasando una fase importante de crisis, que es, según oigo, la llamada al cambio. Parece, por más aires, crisis para mejor.
ResponderEliminarRepicaron las campanas: El Secre, con talante esta vez nada burocrático, se arriesga a caracterizar el paso de Ramón de la actividad indagadora y periodística a la esfera emocional, y se eleva taumatúrgicamente a llamar "pastizal de la nostalgia" la pista donde el mencionado tomará tierra.
Lo del pastizal nos dejó a los de la plebe boquiabiertos y hasta impresionó a alguien tan difícil de impresionar como Rafael Manero. Tales circunstancias me hacen esperar con impaciencia más detalles del salto de Cubillas, de Google y Facebook, a Bécquer y Campoamor.
José Manuel Ruiz Marcos
Estaba Josema metiendo su comentario, cargado como suyo de su natural agudeza, bordado con las graciosas perlas que destila su sutil ironía, mientras acudía yo a la edición bilingüe de la BAC de la «Suma teológica» del Aquinate para darme el pote, o sea, tirarme el moco dándomelas de erudito. Y a la vuelta de mi paseo por las últimas esferas del empíreo allí lo hallo.
ResponderEliminar¡Pardiez! ¡Josema impaciente! ¡Y yo, sin saberlo, pasando una crisis! Claro, eso será; que no me regala mi mujer como solía hace treinta años. Pues, menos mal que esto, al decir del comentarista, es transitorio y para mejor. Y así, algo aliviado con mi última reflexión de la zozobra de la impresión primera, pienso que debo de alguna manera dar satisfacción al decano.
Pues, he aquí el lenitivo de la impaciencia. Y es que, a decir verdad, aún ni he pacido en las brañas de la nostalgia, ni abrevado en las fontanas de la añoranza tanto, que no pueda mirar al pasado sin que se me pierda del todo de vista. Así que no esperes, amigo Josema, encontrar cuando llegue el tiempo y si Alejandro lo quiere, ni dolores ni doloras con Campoamor, ni golondrinas –tampoco golondrinos, que son muy molestos– con Bécquer; que todo lo más que hay es un par de ayes que suenan entre otra palabrería a jeremiada en falsete.
Ramón Cubillas