jueves, 18 de noviembre de 2010

Carta de Xabier Erauskin: Jesús Mari Aramburu

Ayer llamé a Vigo y hablé con Jesús Mari Aramburu. Me comentó con sentimiento que, a última hora y a pesar de su ilusión, había desistido de hacer el largo viaje a Comillas con la Coral. Su delicado estado de salud con complicadas operaciones por medio se lo impiden. Los de tu "generación del 60" no le conocisteis y seguramente ni oísteis hablar de él. A mi, gran amigo suyo por paisanaje y afinidades marineras, me llevaba dos cursos o  tres. Fue uno de los grandes puntales de la Scola de la década de los cincuenta. En aquellos viajes relámpago de Prieto que nos dejaba un poco huérfanos... (+)

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Coro reducido. Comillas, Panteón del Palacio. 1956 Dirige Jesús Mari Aramburu

1 comentario:

  1. Querido Jesús Mari: soy Rafael Manero. Desde esta pleamar de las nostalgias, en la que nos vamos sumergiendo todos los que aparecemos por este blog. te mando un abrazo muy fuerte. Erauskin nos dice que no podrás venir a Comillas, que andas delicado de salud y que una serie de complicadas operaciones de por medio te lo impiden. ¡Ay, “el desorden de las operaciones” de que nos hablaban en Ejercicios! Aquellas eran más llevaderas. Xabier, mándale a Alejandro la foto que te he enviado esta mañana. Que todo el mundo vea cómo era Jesús Mari, dirigiéndonos en la capilla del panteón. Porque Aramburu fue una persona de capital importancia en la historia de la Schola de aquellos años. Dirigió nuestros ensayos en ausencia de Prieto y en su presencia fue uno de sus colaboradores más fieles y eficaces. Las crónicas dirían “fue su mano derecha”. Por cierto ¿cuántas “manos derechas” tuvo Prieto? Azagra, Eizmendi, Aramburu...Jesús Mari no tuvo la oportunidad de lucirse en Santa Cecilia o Samana Santa, pero estuvo al frente de todas las agrupaciones en que se dividía entonces la Schola, empezando por la Josefina”....hasta el Germánicum, el año que vino Rhemann. Callado, competente, eficaz, fue verdaderamente “quasi apis argumentosa”, no sólo por su trabajo, sino también por la dulzura que supo poner en el trato con todo el mundo. Cuántos y qué buenos recuerdos, Jesús Mari. Nuestro encuentro en Mendigorría, después de años sin vernos, fue memorable. Acababa yo con la movida de atender a los descalabrados por “las vacas del pueblo” y se me ocurrió asomarme al balcón del botiquín. Ya no había gente en la plaza, sólo una figura –¡qué joven, entonces!- que levantaba los brazos, como si acabara de hacer una memorable faena taurina. Me habías reconocido antes que yo a ti. En fin, dejemos los recuerdos, porque si no esa pleamar va a terminar en marejada o marejadilla del Cantábrico. Si alguna vez voy por Vigo, (cielos, “si alguna vez”, qué proyectos tan precisos) si alguna vez voy, (aparte de darle un abrazo a Quinín) trataré de localizarte y te levantaré los brazos, aunque mi figura no sea como aquella tan juvenil, que me saludó desde la plaza de Mendigorría. Tendré que presentarme: “yo soy aquél”. Un abrazo.
    Rafael

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