Fue una alegría ver a los jóvenes "comilleses" reencontrarse, abrazarse, compartir recuerdos y afectos...
Y un placer enorme recuperar las vivencias de ensayos, repeticiones, pérdida de tonos, consecución de sonoridades... Como en tiempos pasados. También los últimos: El Salmo XXIII lo conocí y canté por primera vez en el gira por Europa de 1962, que compartí contigo y algunos más de los que estaban el sábado en Comillas. Todo como si el tiempo hubiera de repente ido hacia atrás. Qué íntima y profunda satisfacción de reencuentros recónditos, profundos, in-efables... con el yo que yace al fondo de los días tan vivo casi como entonces. Un placer de los grandes.
Y un divertimento gracioso, festivo, pícaro, compartido, ... presentarse ante el público sonriente a divertirles con una pirueta de sonoridades, ... arriesgada, ... que podía terminar en una caída de pie o de cabeza. No fue ni una cosa ni otra. Pero qué gracia tuvo. Y qué bien se lo pasaron. Y nos lo pasamos. Jugando a puros movimientos, gestos, aleteos... del espíritu. Neta inmaterialidad. Bella, bellísima, como ninguna otra realidad.
Gracias. Porque ha sido el fin precioso de una noble cabezonada tuya. Gracias. Me ha sabido a un regalo espléndido.
Carlos
miércoles, 18 de agosto de 2010
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