sábado, 11 de febrero de 2012

Volvemos con Pedro Aizpurua

Habíamos presentado una parte de la Cantata "Las Edades del Hombre" y pese a la dificultad de disfrutar su estilo disonante, varios amigos han mostrado interés por conocer el resto de la Cantata. Pues bien, gracias a los desvelos de Arcadio, en la página Música y Músicos Comilleses las tenéis a vuestra disposición. Espero que alguien se anime a contar su experiencia con este menú.
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3 comentarios:

  1. A punto estuve hace tres días, cuando escuché la «Cantata» de Aizpurúa que Arcadio y Alejandro nos han regalado, de escribir unas líneas a modo de comentario. Sin embargo, aunque sentía en los ijares la espuela del deseo de ver nuevas entradas en el blog, me contuvo un muy razonable pudor. ¿Qué podría decir yo, que, en cuestiones musicales, apenas paso de aquello de que en un compás de compasillo entran una redonda, dos blancas, etcétera hasta llegar a las semifusas?
    Empero, el nuevo tirón de orejas de Alejandro me alienta a lanzarme a exponer abierta y brevemente mis impresiones, seguro que torpes y mal expresadas, sobre la composición de Aizpurúa. Así que, Alejandro, a mí no me vuelvas a señalar con el dedo.
    La voz solista del «Canto de la hilandera (Ensueño)» me resulta desagradable por demasiado redondeada la vocalización: da la impresión de que juega como hacen los chicos a cantar aquello de «Cuando Fernado VII usaba paletó» con las distintas vocales, con la o en este caso. Siento que en esta primera parte hay una música, oscura, como de bóveda, oquedad o retumbo, que por cierto no se acomoda en nada a mis gustos, que refleja bien un tiempo primordial, anterior casi a todo tiempo. Y junto a ella, como un paréntesis, la viveza, el colorido, el timbre dorado del canto de «los pintados pajarillos con sus arpadas lenguas» y la plata de menudas gotas de cristales de lluvia cantarina. En general, el recitado y el canto son tales que se hace muy difícil la comprensión del texto, mejor, imposible, por lo que hay que acudir al impreso.
    En la segunda parte «Canto del leñador (Destrucción)», algo de marcial, bélico tienen esos timbales y platillos que suenan mientras sostiene el órgano su acorde. Ahora hay una luz que no aparecía en la primera parte: brillo, brillo metálico, acerado, el fulgor del hacha que llama a la guerra, el brillo de las armas levantadas que compulsivamente hieren, destruyen una y otra vez, entre respiro y respiro. El «gime», mientras el coro canta como en una liturgia el langor y la muerte, se convierte en centro que ordena esta segunda parte, centro a cuyo rededor, formando cohorte, aparecen el mundo, el huracán y ese viento oscuro (el tono que cae tras el «abatimiento»), frío. Los crescendo que se suceden tienen algo de agresivo, lancinante, incisivo que penetra las carnes del universo y las desgarra.
    Tercera parte: «Canto del astrólogo (Antífonía astral)».Retumba el sonido en el vacío silencioso de las esferas y se abre camino a empujones, en un crescendo, mientras se va poblando la bóveda celeste de estrellas que el xilófono y el triángulo (¿) van sembrando (Me recuerda esta parte a la Danza china del «Cascanueces».), en busca de la luz primera del día. Progresivamente el universo se va llenando de música sin estridencias, aterciopelada hasta que surge una llamarada de color que lo inunda de luz y vida.
    Y basta ya, al menos por ahora, de decir tonterías, que con lo escrito ya tenéis de sobra para reír un buen rato. Sólo una reflexión más. Tal vez no sea pieza para escuchar en un ordenador y gane en directo, en un espectáculo más completo, con danza y juegos lumínicos. Así, al menos para mí, no es composición para escuchar más de dos veces.
    Ramón

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  2. Ramón Sánchez-Infante22 de febrero de 2012, 12:53

    El mismo camino que va de Vivaldi a Mahler o Stravinsky, lleva en paralelo desde Victoria a Penderecki o a Ligeti. Y si sigues un poco más, llegas a Aizpurúa. Es lo que me ha pasado a mí.

    A base de escuchar, cantar y disfrutar tanto con la polifonía de Comillas, el cuerpo (¡!) te va pidiendo más; así avanzas por Shubert, Mendelhson... hasta que un día, sin darte cuenta, estás en la polifonía moderna.

    El tirón del cine fue un impulso importante: llegué a Ligeti a través de la música que (sin el permiso del autor) utilizó Kubrick en su película 2001: Lux Aeterna y Atmósferas. ¿Quién es éste Ligeti? me preguntaba yo al salir del cine. Y ¿quién es ése Arvo Part cuya música aparece en más de 50 películas?

    Ligeti utiliza las voces para hacer masas sonoras que la partitura mueve como si fueran nubes: amenazan, rompen a llover, brillan, se condensan o se disipan... No hay melodía, pero no la echas en falta, porque las nubes, como el fuego, te hipnotizan precisamente por la indefinición de sus contornos. Lo mismo ocurre con la música coral de Part, de Rutter, de tantos otros... (¿Has oído Las Beatitudes de Part?)

    ¿Y en España, qué? Buscando músicos más cercanos, llegué a Tomás Marco y toda la producción que hizo con la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid: Transfiguración, Ceremonia Barroca,... ¡Jó, genial!

    Y en éstas me andaba yo, cuando aparece en el blog la Cantata de un tal Aizpurúa (lo siento, yo no lo conocía de nada) que además procede de Comillas. Me bajé el primer archivo y pregunté a Alejandro por el resto de la Cantata.

    Y me ha gustado. Por el espíritu y por la forma. La Cantata tiene partes que me resultan duras, pero los coros son justo lo que esperaba encontrar. Las disonancias, como dicen algunos músicos son “consonancias lejanas”. Me gusta también esa contradicción de que la cantata no lo sea, ni sea un poema sinfónico (lo dice el propio autor). Me parece bonita y moderna, por el tratamiento electroacústico, por las antífonas gregorianas que parecen ripeadas, por los pasajes (paisajes) de voces deshilachadas como urdimbres de hilatura, por la atmósfera un poco onírica y astral (en el folleto del disco el propio autor habla de “antífonas astrales”: Oriens splendor y Stella ista en el Canto del Astrólogo)...

    Y lo más divertido es que se llega aquí partiendo de Victoria, Otaño y Prieto.

    Tengo pocos conocimientos técnicos; pero en música, como en otras cosas, sigo el criterio de mi madre que siempre decía: “yo no sé hacer buñuelos, pero sé cuándo están buenos”. Con ese criterio, me he animado a opinar desde la más pura subjetividad. En todo caso, estas líneas son sobretodo una forma de dar las gracias a los que habéis traído la Cantata al blog. (Por cierto, un día, en vísperas de semana santa, descubrí que mi madre sí sabía hacer buñuelos y que estaban bien buenos).

    Ramón Sánchez-Infante
Tres Cantos, 22 de Febrero de 2012

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  3. ""... tengo que decir que si no he dado mi juicio sobre el poema sinfónico de Aizpúrua, es porque hay que escucharlo muchas veces y además al completo para emitir una opinión sobre esa musica. Es una música que me impresiona, pero no me emociona. Esos saltos de la melodía con intervalos constantes de octavas o quintas son poco propicios para la emoción. El coro dirigido por mi amigo Adolfo Gutiérrez Viejo lo hace muy bien y lo mismo toda la parafernalia de disonancias y efectos especiales. Se nota en todo la mano y la poderosa influencia de Luis de Pablo, la avanzadilla junto con Carmelo Bernaola y otros de nuestra vanguardia. Desde luego nadie podría imaginarse, al escuchar el Ave María de Pedro interpretado por la voz "gorgogeante" de Aguirre, esa evolución musical de Aizpúrua. Estoy seguro, Rafa, que si no hubieras cambiado al noble oficio de la Medicina, hubieras hecho cosas tan buenas o mejores. No te quepa la menor duda. (¡Qué documentos inmortales para la posteridad! Si lo hubiera conocido Manuel Vicent, lo habría incorporado a su célebre libro sobre Aguirre y la duquesa..)
    Joaquín Carvajal

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