jueves, 6 de mayo de 2010

Comentarios al programa del coro Fernando Remacha

El día 5 de abril publicábamos el programa de Semana Santa del Coro Fernando Remacha (Tudela), dirigido por Natxo Zurbano.
Unos días después, concretamente el día 10, Joséma Rumarcos escribía un extenso comentario de gran interés.
Hoy le responde Rafael Manero.
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2 comentarios:

  1. Tu comentario, Manero; me lleva a decir algo que os puede interesar, aunque mi parecer discordará tal vez con los de mi generación, dependiendo, como siempre, del punto de vista de cada observador. Al Prieto joven, que yo viví, lo conocí llegando del frente y dirigiéndonos en el coro el miércoles santo 1939 en uniforme militar. Aprendí que, en una Cruzada, el uniforme militar hasta entra a formar parte de la parafernalia litúrgica, como el roquete y la estola, aunque entonces no me lo formulé,“pipiolo“ como era, con estas palabrotas.
    Aquel Prieto era, „cum mica salis“, como uno de nosotros. Debió de sentirse tan inseguro como yo me sentí al entrar en la adolescencia (empecé en Comillas al cumplir los doce años), ambos abriéndonos paso en la selva virgen. Teníamos algo de „colegas“, nosotros en formación y él formándose también (y todos sin con-formarnos con el trato que recibíamos). Yo le conocí en su fase de vía dolorosa en el encierro del claustro jesuítico de nuestra Cardosa, tan conservador. Le cayó en fatal herencia la predisposición jesuítica contra Otaño, el miedo aquél de dar excesiva importancia al arte y querer hacer de la Schola una élite musical en España. A Prieto su comunidad religiosa le „toleraba“apenas: era un jesuita aparte, no se le consideraba edificante, ni en sus ademanes ni en sus preferencias. Tuvo conmigo confidencias claras en este sentido, y leí allá por Noviembre del 2009, en este blog, que con Socobehere, nuestro miembro de honor, también las tuvo. Con la Schola respaldándole y a pulso, consiguió hacerse necesario. Un ejemplo entre muchos: Era imposible concebir una visita oficial de jerarcas de la Iglesia o de magnates del Glorioso Movimiento, sin los „Laudes Hinkmari“, sin la recepción en el Paraninfo y las mejores piezas de nuestra Schola. Desde el principio, ya era un espectáculo muy „a lo Prieto“ la Schola entrando en escena, porque donde él mandaba reinaban el arte, la belleza y la distinción. Empezaba lentamente , uno a uno, por el tiple de primera fila y acababa con sus antípodas, los última fila de tenores primeros, porque entrábamos todos, sotana y roquete, por la única puerta a la derecha que daba al pasillo. Al acabar el acto y desgranarse la granada, sería el tiplín solista el último grano que abandonara el tablado y recogiera el aplauso final.
    La gran consagración de la Schola, el paso decisivo ocurrió en el Año Santo Compostelano de 1943, mi primero de Retórica, cuando Santiago invitó a la Schola para cantar todas las misas y motetes en los oficios solemnes de la catedral del botafumeiro y actuar en conciertos profanos. Mientras los cantores, alojados en el Seminario Conciliar, protestábamos (con éxito) contra el hambre atroz de los primeros días, se deshacían prensa y radio en loas a la Schola y a su director. Fue España entera tomándonos en cuenta, recogiendo „el eco de aquellas voces“ y felicitando a la Compañía de Jesús por contar con el arte genial de aquel jesuita.
    José Manuel Ruiz Marcos

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  2. ¡Ay,Joséma! Lo que has escrito levanta las alas del corazón."A Prieto su comunidad religiosa le „toleraba“apenas". Y también: "Le cayó en fatal herencia la predisposición jesuítica contra Otaño, el miedo aquél de dar excesiva importancia al arte y querer hacer de la Schola una élite musical en España" Tengo en un CD las imágenes del manuscrito Diario de la Schola del año 1959. Me lo envió el que ha provocado con su libro "El eco de aquellas voces" toda esta gloriosa avalancha de recuerdos y nostalgias, Carlos Muñoz, el emocionado "cantor de los cantores" (una vez más, muchísimas gracias, Carlos). Transcribo, tal cual, lo que escribió el bedel de música en el momento de comenzar la Samana Santa de aquel año 89. El tono solemne, en plan de agiógrafo-evangelista, la desencantada ironía y una manifiesta y conmovedora ingenuidad, que nos puede hacer sonreir, son los que puso allí aquel mozalbete: "iuro, iuro, pater..." Dice así:
    "Semana Santa de 1959
    Bajo la dirección de Miguel Eizmendi
    Por primera vez desde hace..., Dios sabe cuántos años, falta el P. Prieto.

    Hubo una vez en la Universidad de Comillas un hombre extraordinario. No explicaba Derecho Canónico, ni Dogma, ni Moral...ni siquiera Humanidades. Pero cuando la gente se recogía en la Iglesia, o se pegaba a la radio para pensar en la Pasión del Señor, era él quien sacudía los corazones y hacía llorar. Era músico.
    Un día se puso a componer algo grandioso. Cantaba la sumisión de Cristo que "se hizo obediente hasta la muerte..." La Obediencia llamó a su puerta y tuvo que marcharse. Él no explicaba Derecho, ni Teología, ni siquiera Griego, él solamente cantaba entonces temblando la Obediencia de Cristo.
    Hubo de nuevo en Comillas otro hombre que hacía prodigios con la batuta. La gente en la iglesia y junto al aparato de radio volvía a bajar la cabeza, y volvía a conmoverse. En la voz de este nuevo profeta de la música sagrada, la Pasión de Cristo sonaba aún más desgarrada. Y volvían a verse las lágrimas durante los Oficios.
    También a él le han hecho desaparecer de nuestra Semana Santa. Dicen que quitaba tres cuartos de hora al Griego en estas últimas semanas en que él y su Schola se preparaban para hacer sentir con toda su hondura la terrible Pasión de Cristo. Además una Universidad no tiene por qué convertirse en Conservatorio.
    ........................
    Bien, ya que los dos están ausentes, sea nuestro primer recuerdo al comenzar esta Semana Santa para los dos Maestros geniales que ha tenido la Schola de Comillas."

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