Hacía tiempo que teníamos pendiente la publicación de los conciertos de nuestro amigo Adalberto Martínez Solaesa. La demora se debía a dificultades técnicas para separar la diferentes obras del DVD y pasarlas a un formato comprimido, de modo que pudieran subirse al servidor y descargarse con la velocidad adecuada. Ya tenemos solución. Notaréis un "incómodo" ruido de fondo propio de una grabación en directo y no consecuencia de nuestra intervención.
Os proponemos en esta ocasión la obra que interpretó fuera de programa: "Elevación" de A. E. Batiste (1820-1876). Fue el XVI CICLO DE CONCIERTO DE ORGANO. CATEDRAL DE MALAGA. Concierto nº 6 en el Santuario de Santa María de la Victoria.
Nota: tal vez el ruido de fondo aconseje retirar temporalmente esta pieza musical. En última instancia hemos decidodo consultar a nuestro amigo Solaesa para que nos dé su opinión.
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jueves, 14 de abril de 2011
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“Cuál gritan esos malditos” (don Juan Tenorio)
ResponderEliminarEsto de los murmullos, ruido de puertas y toses, incluso gritos de infantes y estruendo de sonajeros parece ser una maldición tradicional y constante en los conciertos de entrada libre, incluso en los de entrada no tan libre. En un momento de optimismo metafísico se me ocurrió escribir “la música brota del silencio”. Y me refería, infeliz de mí, a ese momento mágico en el que el director levanta los brazos, se ponen en fuga las últimas toses, los últimos carraspeos, seguidos de unos segundos en los que el aire se pone tenso y es el silencio como un lienzo invisible...etc, etc. ¡En qué estaría yo pensando! Pues no, en esta tierra nuestra la música está condenada a recibir en sus entrañas las alevosas puñaladas de móviles, murmuraciones, jacarandosos taconeos, y voces claras y distintas de los que llegan tarde y preguntan con voz puesta ¿a qué hora era el concierto? Entre tanto, si uno es cantor y la música le enciende el pecho y se engolfa en ella, como el urogallo en su canto, ajeno al entorno del alevoso cazador, tal vez ni se dé cuenta del festejo sonoro. Si uno está sentado en la tribuna del órgano, acariciando delicadamente las teclas, deslizando sus pies sobre el pedal con suavidad de tacto ciego, no sé si el sonido del órgano conectado directamente con su propio corazón, le servirá de consuelo ante tanto desmadre. Tu sonrisa, querido Adalberto, ese gesto tuyo tan sereno, me hacen pensar que te sientes feliz en tu trono, y que la música te lleva en brazos, como tú la llevas a ella en los tuyos, hacia un mundo en el que se abra la puerta del asombro. En ese mundo me gustaría estar para aplaudirte. Rafel Manero