miércoles, 13 de abril de 2011

La música y sus emociones. Jesús Mauleón

Fino, amigo Rafael, tu comentario sobre las dos obras de Otaño y Prieto. Hay una gran diferencia en los textos de que parten. El de Prieto ("Jesús, vivir no puedo") es flojo, tirando a cursi. El de Otaño ("Buen Jesús por quien suspiro")es una maravilla de Juan López de Úbeda (s. XVI), versión "a lo divino" de un poema amoroso anterior. Me alegro de haber coincidido con Granados, sin saberlo, en la emoción que letra y música producen. Tienes toda la razón. El compositor puede superar el texto e ir mucho más allá... Un saludo muy cordial para ti y para esos maravillosos nostálgicos. Jesús Mauleón

comentarios:

Rumarcos dijo...
Jesús, mucho me ha gustado tu comentario. Cuando dices: El compositor puede superar el texto e ir mucho más allá. El foro se ha convertido en una, por cierto muy bella, conversación entre expertos, compositores, creadores de textos, gente muy leída, artistas del piano y del órgano, cosecheros de literatura y archivos. Magnífico todo. Tú me has llevado con esa frase a pensar en mí mismo, ni virtuoso musical ni autor de textos sagrados, hasta la voz ya no es la de antaño. Me consolé pensando en que todos esos artistas han trabajado para mí. Ese egregio escenario de virtuosos, me hizo recordar la “Contemplación para alcanzar amor” de Ignacio de Loyola, la cadena de gente que han trabajado desde el semillero y la siega de las espigas hasta el horno... (+)

1 comentario:

  1. Jesús, mucho me ha gustado tu comentario. Cuando dices: El compositor puede superar el texto e ir mucho más allá. El foro se ha convertido en una, por cierto muy bella, conversación entre expertos, compositores, creadores de textos, gente muy leída, artistas del piano y del órgano, cosecheros de literatura y archivos. Magnífico todo.
    Tú me has llevado con esa frase a pensar en mí mismo, ni virtuoso musical ni autor de textos sagrados, hasta la voz ya no es la de antaño. Me consolé pensando en que todos esos artistas han trabajado para mí. Ese egregio escenario de virtuosos, me hizo recordar la “Contemplación para alcanzar amor” de Ignacio de Loyola, la cadena de gente que han trabajado desde el semillero y la siega de las espigas hasta el horno, para que yo tenga el pan que llega a mi mesa. Gente mereciendo amor. Así quiero ver y amar (amaros) a toda esa cadena de maestros, son (sóis) asalariados a mi servicio. Tal vez hasta pensaron (pensásteis) en mí, en uno de tantos que los íbamos a oír y a cantar, les dimos motivación y fuerza para no perecer en la demanda.
    Cierto, el compositor podrá “superar el texto e ir más allá”, como tú dices. Pero todos pergeñaron en el fondo sinfonías inacabadas. Todos traen ese pan sagrado a mi mesa, el pan que de niño aprendí a besar. Todos rinden pleitesía al usuario lleno de sentimientos, de soledades, de noches sin sueño, de añoranzas,de alegrías, de vergüenzas y de pesares, distintos cada día, sin limitaciones ni de la concreción que empobrece el texto ni de la ejecución soberana, interpretando melodías y textos al acorde de sus emociones y vivencias del momento. (¿momento musical?).
    Dicen que una novela es buena si los lectores se animan a continuarla y la convierten en muchas novelas, y una buena creación musical, sinfonía siempre inacabada, termina en el murmullo de pobres mortales que la hacen suya, que la ríen y que la lloran.
    José Manuel Ruiz Marcos

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