Alguien me dice: “éste eres tú”.
Miro al libro y te reconozco al instante: estirado, despierto,
apenas quince años, tienes cara aún de niño.
Y me digo al instante: “éste soy yo”. Y un terremoto,
más de medio siglo de tierras, sacudidas de tiempo, piedras, rota melancolía
me suben por el pecho, ... (+)
“...el bello, prieto de disonancias, fascinante / programa de la vida” dices. Y en él estamos aún, interpretando los últimos compases, ya en la coda. ¡Y cómo nos has hecho sentir que, a pesar de “los ojos fatigados” y de “los vaivenes oscuros / que sin piedad nos avisan de la muerte”, aquel muchacho que fuimos no nos ha abandonado. Sigue vivo, y aún se asoma a veces a nuestros ojos y mira la vida, sin necesidad de gafas de vista cansada, con una noble, y a estas alturas desconcertante, mirada adolescente. Gracias por el poema, que nos ha sacudido como un aire fresco y nos ha hecho sentir un vigor desconocido y latente, con el que todavía seremos capaces de erguirnos, “sin perder los papeles”, para cantar sin gorgoritos pero con dignidad el acorde final de este concierto. Rafael
ResponderEliminarBello, profundo, lleno, intenso, cuajado de ritmo,verdadero tratado filosófico, ese poema de Mauleón.
ResponderEliminarRafael, en más de una ocasión te he oído comentar el exquisito "pulso" poético de Jesús Mauleón. Creo, además, que algunas de sus obras están publicadas. En el sendero de promover el conocimiento y la comunicación entre nosotros, ¿podrías ampliar algo sobre su obra?
Como suele decirse de las milagrerías de algunos santos, tanto Mauleón como Agustín dieron muestras de su celeste don de poetas desde su más tierna infancia comillesa. Mauleón comenzó a publicar en los años 60. “La luna del emigrante” fue su primer libro del que dijo Victoriano Crémer que era el libro de poesía más herida y heridora que él había leído “in illo tempore”. Después ha venido toda una obra extensa e intensa que abarca poesía, novela, ensayo, textos pastorales y de oración. Con el nacimiento de los primeros poemas de Agustín tuve una cercanía casi física. En el estudio de Retórica nuestros pupitres estaban uno al lado del otro. Cuando lo veía mirando hacia la ventana, sabía que los renglones cortos irían ocupando en seguida las páginas del cuaderno. Su libro “Carta a mis esfinges” tiene los poemas que más me han impresionado, conmovido, admirado en los últimos tiempos. Los temas eternos: la vida, la muerte, el paso del tiempo, los enigmas que las esfinges no resuelven sino que ahondan. Agustín Rodríguez y Jesús Mauleón, dos grandes poetas a los que admiro y cuyos poemas me acompañan día y noche de inexorables insomnios. Mis saludos a los dos. Rafael.
ResponderEliminarGracias por vuestra generosidad, Rafael y Alejandro. Sabes bien, Rafa, que tú eres el causante de que esto se publique aquí. No sentará precedente... De todos modos, el verse de pronto en una foto de casi medio siglo atrás es algo que conmueve y legitima un poema, tanto o más que el Partenón o las ruinas de Itálica... Como esto sobrevino repasando el libro fundacional de C. Muñoz, ha podido llegar a unos lectores, no sé si habituados a leer poesía, pero seguro que maestros en la mirada atrás y en la nostalgia.
ResponderEliminarUn abrazo para vosotros y para ellos. Jesús Mauleón
He leído y leído y vuelto a leer el poema de Mauleón. Ciertamente, como dice Alejandro y prueba Manero sin decirlo, un tratado filosófico.
ResponderEliminarEsa fracción de nuestra adolescencia que la cámara congeló, de nuestra adolescencia serena, libre de sobresaltos, confiada y clara, es un presente de nuestros sucesivos pasados, presentes que nos huyen constantemente. Nos has regalado, Mauleón, la eternidad al recordarnos que somos y no somos el mismo siempre y sucesivamente: sé que aquel niño, aquel adolescente de ojos con luz que levantaba sueños en el aire para el hombre que apenas intuía es hoy el hombre que mira y sueña con aquel niño, aquel adolescente, y espera...
Gracias, Mauleón, por recordarme tan bellamente quién soy.
Ramón Cubillas
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